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La I y II Repúblicas españolas, el Supremo Consejo y la educación del ciudadano


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La I y II República española, el Supremo Consejo y la educación del ciudadano

 

 

 

 

Por Jesús Soriano

Soberano Gran Comendador del Supremo Consejo de Grado 33º y último para España

Publicado en Zénit 

El Pasado Soberano Gran Comendador Jesús Soriano; 33º realiza un análisis minucioso del papel de la Masonería Filosófica Española en los grandes cambios de su país durante sus épocas mas álgidas; en concreto los dos períodos en que triunfó la república.

Si la masonería azul o simbólica recibe a un hombre bueno para hacerle mejor; los altos grados filosóficos pretenden convertir a ese hombre mejor en un buen ciudadano. La Masonería es una Orden iniciática y por tanto es una escuela de formación de sus miembros. El masón ha de ser una persona ilustrada; moral y libre. Ilustrada, para con su conocimiento, contribuir al desarrollo de la humanidad, moral para distinguir el bien del mal y, por tanto, contribuir al bienestar de la sociedad y libre ya que sin libertad no se puede tener responsabilidad y sin responsabilidad; no se puede afirmar una persona.

A pesar de que el Supremo Consejo para España solo llevaba unos pocos meses de andadura tuvo una gran representación en las Cortes de Cádiz y una gran influencia en la elaboración de la Constitución de Cádiz del 18 de marzo de 1812; destacando la figura de Agustín de Argüelles. En el Titulo IX De la Instrucción Publica se establece; Art. 366, que en todos los pueblos de la Monarquía se establecerán escuelas de primeras letras, en las que se enseñará a los niños a leer, escribir y contar, y el catecismo de la religión católica; que comprenderá también una breve exposición de las obligaciones civiles.

“ Los masones que contribuyeron a la creación de una Constitución liberal; fueron perseguidos y condenados en 1815 por Fernando VII. Así, Argüelles, Mendizábal y Martínez de la Rosa fueron condenados a ocho 8 años de presidio y el Conde Toreno; condenado a muerte en rebeldía.”

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Pertenecían a los Cuerpos Jurisdiccionados: Juan Martín el Empecinado, los generales Castaños, Lacy y Porlier, el Conde Campomanes; Alcalá Galiano y un largo etc. de ilustrados españoles.

Tras la renuncia de Amadeo I de Saboya; en febrero de 1873, se proclama la I República Española. La propuesta de proclamación estuvo firmada, entre otros por los miembros del Supremo Consejo Figueras; Pi y Margall y Salmerón.

En el Proyecto de Constitución Federal de 1873 aparecen claramente las ideas de la Orden en cuenta a la formación del ciudadano, así en el punto tercero del título preliminar se indica que queda asegurado el derecho a la difusión de las ideas por medio de la enseñanza.

El proyecto de Constitución contempla, en su Artículo 108; que los municipios han de sostener escuelas de niños y de adultos, dando la instrucción primaria gratuita y obligatoria, teniendo los Estados la obligación de conservar los Institutos de Segunda Enseñanza y la facultad de fundar las universidades; y escuelas especiales que estimen conveniente.

En el Artículo 48 de la Constitución de la II República Española; se establece el carácter obligatorio y gratuito de la enseñanza primaria, el acceso de todos los españoles, a la educación, independientemente de su capacidad económica, y la enseñanza laica; reconociendo a la iglesia el derecho a la enseñanza de la religión en sus propios centros.

El Presidente de la II República Manuel Azaña; deja la cartera de Instrucción Pública en manos de los miembros de la Orden Marcelino Domingo y Fernando de los Ríos; siendo Rodolfo Llopis Director General de Enseñanza primaria.

“Durante la II república se crearon más de 27.000 escuelas públicas gracias al espíritu surgido de la Institución Libre de la Enseñanza; y entiendo la educación como un derecho fundamental del ciudadano.”

La Institución Libre de la Enseñanza, tenía algún precedente. Nicolás Salmerón; había fundado un centro llamado Colegio Internacional en el que dieron clases buena parte de los que luego reaparecieron como institucionistas. Francisco Giner de los Ríos había hecho una propuesta que podía convertir al Ateneo en una Universidad Libre.

El ambiente de los primeros meses de la revolución era favorable a esos proyectos. Fue entonces cuando el ministro de Fomento, el progresista Ruiz Zorrilla promulgó un famoso decreto sobre la enseñanza.

«Es propio del Estado, decía el preámbulo; que se respete el derecho de todos y no encargarse de trabajos que los individuos pueden desempeñar con más extensión y eficacia. La supresión de la enseñanza pública es el ideal al que debemos aproximarnos; haciendo posible su realización en un porvenir no lejano».

En 1876 Giner de los Ríos fundó junto a su hermano Hermenegildo y los profesores Laureano Figuerola; Segismundo Moret, Eugenio Montero Ríos, Nicolás Salmerón, Gumersindo de Azcárate, Augusto González de Linares, Eduardo Soler, Laureano y Salvador Calderón, Juan G. Labiano, Jacinto Messía y Joaquín Costa, la Institución Libre de Enseñanza, una institución que nace como centro de enseñanza universitaria pero que poco después amplió sus enseñanzas a la primaria y secundaria, llevando de este modo Giner a la práctica sus conceptos de pedagogía basados en el pensamiento krausista y planteando, por tanto; la regeneración del hombre por medio de la enseñanza.

El sistema de Krause plantea una teoría del conocimiento en el que la razón y la realidad concuerdan, de manera que la ciencia nos revela de forma armoniosa de la realidad. Esa armonía enlaza también el aspecto moral porque la verdad es también el bien y al hacer ciencia se está desvelando la bondad de las cosas y de su sistema de relaciones.

Sin embargo, Giner y el krausismo español, debido a su afán regeneracionista, insiste no tanto en la teoría del conocimiento, como era el propósito de Krause, sino en técnica del conocimiento, de modo que para Giner el arte de la educación no es mas que una psicología armónica que proporciona el modo de formar individuos a la vida moral y social.

“Así entendida; la ciencia es un fin fundamental en la vida del individuo, y como tal necesita una asociación, la científica, que sirva de vehículo para su plena realización, tanto individual como colectiva, por lo que “la ciencia reclama para sí independencia de las autoridades exteriores, Iglesia y Estado; para poder desarrollarse libremente dentro de su esfera”

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La Institución Libre de Enseñanza; postulaba y practicaba la libertad de enseñanza que incluía otras libertades

Libertad de cátedra, libertad de abrir centros; libertad de programas, libertad o ausencia de textos; todas ellas entendidas como medios para formar el hombre ideal, un individuo culto, de ciencia rigurosa, de integridad moral y religiosa, amante de la naturaleza y de las buenas conductas; y por supuesto políticamente comprometido con la reforma democrática de finales de siglo.

En 1882 se crea el Museo Pedagógico Nacional para la formación de maestros; en 1907 la Junta para la Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas destinada a facilitar el conocimiento de estudios y teorías extranjeras continuando la enseñanza universitaria habitual y en 1910; la Residencia de Estudiantes.

La Junta para la Ampliación de Estudios; cuyo Presidente vitalicio fue Santiago Ramón y Cajal, posee tres características que jamás serán traicionadas. En primer lugar, depende del Estado exclusivamente para su economía, aunque también recibe ayudas privadas; pero tiene plena autonomía con respecto a cualquier decisión a tomar.

En segundo lugar reúne a científicos de las más diversas disciplinas y también de las más diversas ideologías; pero con el interés común de la enseñanza y de la ciencia.

Y, en tercer lugar, su finalidad es exclusivamente científica y educativa; sin perseguir jamás otra meta. La Junta significará un paso de gigante en el intento de europeización de la sociedad española, al tomar como modelo el Colegio de Francia creado por Duruy, con la esperanza de que toda la sociedad española, vea en ella una meta y una ilusión común, tomando como norma esa “moral de la ciencia” que dirige la actividad intelectual de los países europeos.

segunda republica masoneriaLa labor de la Institución libre cambiando la antigua educación de la letra con sangre entra por nuevas técnicas de estudios y asignaturas modernas, variadas y compensadas, la intuición como principio básico de los enseñantes, el destierro del memorismo sistemático, las actividades extra escolares como visitas a museos, fábricas, excursiones al campo, etc. que hoy son aún métodos novedosos, ya se aplicaban hace cien años y sólo fueron interrumpidas en épocas dictatoriales cercanas, por lo que aún hoy parecen métodos nuevos; porque D. Francisco no sólo fue un buen maestro, creó escuela.

Y eso, tan raro entre los españoles; es lo más valioso que nos ha dejado. Giner y su escuela siguen teniendo hoy un “discurso” que debe ser escuchado por las generaciones actuales. Recordemos, para finalizar, algunos de los principios pedagógicos de la Institución:

“ La Institución se propone, ante todo, educar a sus alumnos. Para lograrlo, comienza por asentar; como base primordial, ineludible, el principio de la «reverencia máxima que al niño se debe». Por ello precisamente no es la Institución, ni puede ser de ningún modo, una escuela de propaganda. Ajena a todo particularismo religioso, filosófico y político, abstiénese en absoluto de perturbar la niñez y la adolescencia, anticipando en ellas; la hora de las divisiones humanas.”

Pretende despertar el interés de sus alumnos hacia una amplia cultura general; múltiplemente orientada; procura que se asimilen aquel todo de conocimientos (humanidades) que cada época especialmente exige, para cimentar luego en ella, según les sea posible, una educación profesional de acuerdo con sus aptitudes y vocación, escogida más a conciencia de lo que es uso; tiende a prepararlos para ser en su día científicos, literatos, abogados, médicos, ingenieros, industriales…; pero sobre eso, y antes que todo eso, hombres, personas capaces de concebir un ideal; de gobernar con sustantividad su propia vida y de producirla mediante el armonioso consorcio de todas sus facultades.

La Institución estima que la coeducación es un principio esencial del régimen escolar; y que no hay fundamento para prohibir en la escuela la comunidad en que uno y otro sexo viven en la familia y en la sociedad.

Juzga la coeducación uno de los resortes fundamentales para la formación del carácter moral; así como de la pureza de costumbres, y el más poderoso para acabar con la actual inferioridad positiva de la mujer, que no empezará a desaparecer hasta que aquélla se eduque, en cuanto a la cultura general, no sólo como; sino con el hombre.

La Institución aspira a que sus alumnos puedan servirse pronto y ampliamente de los libros como fuente capital de cultura; pero no emplea los llamados «de texto», ni las «lecciones de memoria» al uso, por creer que todo ello contribuye a petrificar el espíritu ya mecanizar el trabajo de clase, donde la función del maestro ha de consistir en despertar y mantener vivo el interés del niño, excitando su pensamiento, sugiriendo cuestiones y nuevos puntos de vista; enseñando a razonar con rigor ya resumir con claridad y precisión los resultados.

La Institución considera indispensable a la eficacia de su obra la activa cooperación de las familias.

Excepto en casos anormales; en el hogar debe vivir el niño, ya su seno volver todos los días al terminar la escuela. Esta representa para él lo que la esfera profesional y las complejas relaciones sociales para el hombre; y al igual de éste, no hay motivo para que el niño perturbe, y mucho menos suprima, sino excepcionalmente, la insustituible vida familiar; sagrado e inviolable asilo de las intimidades personales.

Nada tan nocivo para la educación del niño como el manifiesto o latente desacuerdo entre su familia y su escuela. Nada, por el contrario, tan favorable como el natural y recíproco influjo de una en otra. Aporta la familia; con el medio más íntimo en que el niño se forma y con sus factores ancestrales, un elemento necesario para el cultivo de la individualidad. Y por la familia, principalmente, recibe la escuela la exigencia más espontánea y concreta de las nuevas aspiraciones sociales, obligándola así a mantenerse abierta, flexible, viva; en vez de languidecer petrificada en estrechas orientaciones doctrinales.

La escuela, en cambio, ofrece, sobre aquellos materiales, la acción reflexiva, el experimento que pone a prueba, que intenta sacar a luz lo ignorado; y que aspira a despertar la conciencia para la creación de la persona.

Ya la familia ha de devolver, para que también ella misma se eduque, la depuración de aquellas aspiraciones, los resultados prácticos de la elaboración sistemática de los principios educativos; que como su especial obra le incumbe.

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Fuente: Revista zenit/ La I y II República, el Supremo Consejo y la educación del ciudadano

Publicado por:

Jesús Soriano

Aunque ocupa el cargo más alto y de mayor responsabilidad de la masonería regular en España, el de presidente del Supremo Consejo de Grado 33 „el máximo descrito„, y Soberano Gran Comendador, Jesús Soriano mantiene la humildad del iniciado en el primer nivel como aprendiz, el entusiasmo del elevado al segundo escalón como compañero y la autoridad del maestro, que es el tercer peldaño. La persona que opta por vivir dentro de esta fraternidad filosófica puede crecer hasta el grado 33, pasando de uno a otro, sin prisas y con buena letra. Jesús Soriano (Madrid, 1949).

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