l Discurso de la Segunda Carta de Derechos, Roosevelt
Extracto del Discurso en el que el presidente Norteamericano propuso, en 1944, a Estados Unidos que se otorgase una Segunda Carta de Derechos.
«Ahora tenemos el deber de trazar los planes y de definir la estrategia para hacer más que ganar la guerra. Es hora de comenzar a planificar y determinar la estrategia para lograr una paz duradera y establecer un nivel de vida americano superior a cualquiera que hayamos conocido.
Esta República tuvo sus inicios, y llegó a su actual poderío; bajo la protección de ciertos derechos políticos inalienables, entre ellos el derecho a la libre expresión, a la libertad de prensa, a la libertad de cultos, al juicio mediante jurados, a la inmunidad contra registros o incautaciones sin causa razonable. Eran nuestros derechos a la vida y a la libertad.
Hemos llegado, sin embargo, a una comprensión más clara de que la verdadera libertad individual no puede existir sin seguridad e independencia económicas.
Los hombres necesitados no son libres. Las personas que tienen hambre, las personas que no tienen trabajo; son la materia prima de la que están hechas las dictaduras.
Hoy en día, estas verdades económicas han llegado a ser aceptadas como algo evidente. Aceptamos, por así decirlo, una segunda Carta de Derechos bajo la cual se puede establecer una nueva base de seguridad y prosperidad para todos, independientemente de la posición social, la raza o las creencias.
Entre ellos: el derecho a un trabajo útil y remunerado en las industrias, comercios, granjas o minas de la nación; a ganar lo suficiente para disponer de comida, ropa y recreación adecuadas; derecho de los agricultores a cultivar y vender sus productos con un rendimiento que les proporcione a ellos y a sus familias una vida decente; el derecho de todo hombre de negocios, grande o pequeño, a comerciar en un ambiente libre de competencia desleal y dominación de los monopolios nacionales y extranjeros; o el derecho de toda familia a una vivienda digna; y el derecho a asistencia médica adecuada y a la oportunidad de lograr y gozar de buena salud.
El derecho a una vejez sin penurias, con protecciones ante la enfermedad, los accidentes y el desempleo; y, finalmente, el derecho a una buena educación.
Todos estos derechos significan seguridad. Y después de que ganemos esta guerra, debemos estar preparados para avanzar; en la implementación de estos derechos, hacia nuevas metas de felicidad y bienestar humanos. El lugar legítimo de América en el mundo depende en gran parte de cuán plenamente pongamos en práctica estos derechos; y otros similares para todos nuestros conciudadanos. Porque si no hay seguridad aquí, en nuestro país; no puede haber una paz duradera en el mundo.»
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