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Hombres de luz – Diario Masónico


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Hombres de luz

 

 

Jordi Casellas 4º
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Todos nosotros tenemos un trabajo personal que consiste en usar nuestras habilidades, cualidades, sensaciones y emociones que son en definitiva nuestras herramientas. Somos “Hombres de Luz” potencialmente, para ir creando a través de nuestro trabajo y ejemplo una Sociedad Fraternal…

Existe una sabiduría humana básica ancestral que puede ayudarnos a resolver nuestros problemas. Esta sabiduría no es propia de ninguna cultura o religión determinada, es más bien una suma de muchas culturas y muchos momentos a lo largo de la Historia.

“Hombre de Luz” o persona valiente se ha manifestado a lo largo de la Historia, por ejemplo el ideal de “Samurai” representaba igualmente una tradición de sabiduría o persona valerosa.. El rey Arturo es un ejemplo legendario en la tradición occidental además de los grandes reyes bíblicos como el rey David, son ejemplos de Hombres de Luz de la tradición judeocristiana. En nuestro planeta ha habido muchos ejemplos de este espíritu.

La clave del camino del Hombre de Luz es no tener miedo de ser quienes somos, en definitiva es la definición de la valentía: no tenerse miedo a sí mismo . Esta visión es lo opuesto al egoísmo.

Debemos tratar de ver cómo nos podemos ayudar. Esto no significa de ninguna manera abandonar nuestro entorno más próximo…se puede empezar por la familia y los amigos y las personas que nos rodean. Es más, se ha de empezar por uno mismo. Lo importante es darse cuenta de que jamás se deja de estar de servicio.

Descubrir la bondad fundamental no es una experiencia particularmente religiosa, más bien es la comprensión de que podemos experimentar directamente la realidad y trabajar con ella.

Experimentar la bondad fundamental en nuestra vida nos hace sentir que somos personas inteligentes y rectas y que el mundo no es una amenaza. El potencial humano de inteligencia y dignidad armoniza con la vivencia del brillo de un radiante cielo azul, del frescor de los campos en primavera y la belleza de los árboles y las montañas. Tenemos un vínculo afectivo con la realidad, que es capaz de despertarnos y hacernos sentir que somos básica y fundamentalmente buenos.

La visión del Hombre de Luz es conectarse con su capacidad de despertar y reconocer que esa bondad es algo que puede acontecernos y mas aún que es algo que ya está aconteciendo. Como seres humanos estamos básicamente despiertos y podemos entender la realidad. No estamos esclavizados por nuestras vidas; somos libres. Ser libre en este caso significa simplemente que tenemos un cuerpo y una mente, y que podemos elevarnos e inspirarnos con el fin de trabajar en la realidad con dignidad y humor. Si empezamos a cobrar ánimos, encontraremos que el universo entero y la Naturaleza también cooperan poderosamente con nosotros.

Si servimos al mundo, además de nuestro esfuerzo podemos ayudar a construir una sociedad fraternal.

En vez de presentar alguna fantasía utópica referente a lo que podría ser para nosotros la sociedad, tenemos que emprender el viaje hacia nosotros mismos. No podemos limitarnos simplemente a especular o teorizar sobre nuestro destino. A cada uno de nosotros individualmente, nos corresponde buscar el sentido de nuestra vida

La bondad fundamental es buena porque es incondicional, esta ahí, de siempre, de la misma manera que el cielo y la tierra están ahí siempre. Es la situación natural que hemos heredado desde nuestro nacimiento.

La majestad de conectar con nosotros mismos como un rey sentado en su trono, nos revela la dignidad que se da cuando permanecemos tranquilos en un estado de simplicidad. Llegar a sentir ternura hacia nosotros mismos nos permite ver con precisión tanto nuestros problemas como nuestras potencialidades. Tenemos que aceptar nuestra responsabilidad personal por la edificación de nuestra vida.

La práctica de la meditación consiste simplemente en entrenar nuestro estado de ser para que mente y cuerpo puedan estar sincronizados. El ejercicio de la meditación nos ayuda a aprender a actuar sin engaño ni fraude, a ser totalmente auténticos y a estar totalmente vivos.

El miedo y la intrepidez

Reconocer el miedo no es causa de depresión ni de desánimo. Porque poseemos el miedo, también potencialmente tenemos derecho a la vivencia de la intrepidez. La verdadera intrepidez no consiste en reducir el miedo, sino en trascenderlo.

Empezamos a trascender el miedo cuando lo examinamos: nerviosismo, angustia, preocupación, etc. Si profundizamos, lo primero que encontramos por debajo del nerviosismo es tristeza. Cuando nos relajamos y aceptamos nuestro miedo, nos encontramos con la tristeza que es tranquila y dulce. La tristeza nos hiere en el corazón y el cuerpo responde con una lágrima. Cuando nuestros ojos están a punto de deshacerse en lluvia o en una cascada, nos sentimos tristes y solos. Es el primer asomo de la intrepidez y la primera señal de un auténtico espíritu de Hombre de Luz . Cuando la sensibilidad evoluciona en esta dirección, uno puede verdaderamente apreciar el mundo que le rodea.

Uno es tan sensible y está tan abierto que no puede dejar de percibir lo que sucede a su alrededor. No tener dudas es confiar en el corazón, confiar en sí mismo. Cuando la mente y el cuerpo están sincronizados, a uno ya no le quedan dudas. Este proceso tiene dos etapas, a las que podríamos llamar el mirar y el ver. También podríamos hablar del escuchar y oír, o de tocar y luego sentir. No podemos no mirar; es nuestro mundo, es nuestra fiesta. Todos sabemos como es sentir directamente las cosas.

La emoción intensa, la pasión, el apasionamiento no tiene lenguaje: el primer destello es demasiado intenso.

En cambio cuando sentimos que podemos relajarnos y percibir tranquilamente, nuestra visión puede expandirse, podemos ver en el acto de una manera despierta, somos capaces de reaccionar de manera certera y directa, podemos ser absolutamente precisos.

Este descubrimiento es el primer síntoma de lo que llamamos el despertar del Sol. Este Sol es un sol naciente, más que un sol poniente, de manera que representa el despertar humano. La sincronización de mente y cuerpo trae consigo este despertar. El camino del Sol se basa en la visión de que en este mundo hay una fuente natural de resplandor y brillo, que se concreta en la celebración de la vida y en el disfrutar de los acontecimientos. Se trata de enfocar y ver la vida como un proceso natural, de armonizarse con el orden espontáneo que existe en el mundo.

Lo contrario de la Luz es la oscuridad, uno a veces prefiere esconderse en sus cavernas y selvas personales. Si uno se da cuenta de que se está escondiendo en la oscuridad, quisiera encender todas las luces posibles. En realidad no está encendiendo las luces, sino simplemente abriendo más los ojos, buscando sin cesar la luz mas brillante. Sin embargo, es necesario recordar la oscuridad para ver el contraste con el lugar de donde se proviene.

El Hombre de Luz ha tenido forzosamente que sentirse solo y triste en algún momento, por ello es sensible en todos los aspectos. Gracias a esta sensibilidad podemos persistir en el cultivo de nuestra disciplina y comenzamos a aprender lo que significa la renuncia.

El Hombre de Luz , renuncia a todo aspecto de su experiencia que constituya una barrera entre él y los demás.

El Hombre de Luz debe ser osado para superar su egoísmo. Una persona egoísta es como una tortuga, que allí donde va, lleva su casa a cuestas. En algún momento tenemos que dejar nuestra casa e ir al encuentro de un mundo más amplio. Es el requisito previo y absoluto para que a uno le importen los demás.

El camino del Hombre de Luz es un viaje continuo, una senda o hilo que discurre a lo largo de su vida. Es aprender a ser auténtico en cada momento y vivir con disciplina, manteniendo siempre su lealtad hacia los seres que se hallan presos en el mundo de la oscuridad, generando calor humano y alegría hacia ellos. La conciencia meditativa que es un aspecto de la disciplina, le permite al Hombre de Luz ocupar adecuadamente su lugar.

Le enseña como ha de recuperar el equilibrio cuando lo pierde, y como ha de usar los mensajes del mundo fenomenal para avanzar en su disciplina. A partir del eco de la conciencia meditativa va creciendo una sensación de equilibrio y se va instalando un sentimiento de estar permanentemente arraigado, sintiéndose asentado sólidamente en la tierra.

Cuando uno asume adecuadamente su lugar sobre la tierra, no necesita testigos que le confirmen su validez. Llegado a este punto, empieza uno a vivenciar la noción fundamental de intrepidez. Está dispuesto a estar alerta en cualquier situación que pueda presentársele, y tiene el sentimiento de que puede asumir totalmente el mando de su vida, porque no está del lado del éxito ni del fracaso. El éxito y el fracaso son su viaje.

Habrá veces en el viaje en que uno está tan petrificado que vibraría entero en la silla, con dientes, manos y pies. Apenas si se mantendrá en su montura: estará casi levitando de miedo. Pero incluso a esto se le considera una expresión de intrepidez, si uno tiene una conexión fundamental con la tierra firme de su bondad primordial.

Cuando la disciplina comienza a ser natural, a ser parte de uno, es muy importante aprender a soltar. Soltar es vencer completamente la idea de que la disciplina es un castigo por un error o una mala acción que se haya cometido o que uno quisiera cometer. Hay que vencer completamente la sensación de que hay algo fundamentalmente malo en nuestra naturaleza humana y de que, como consecuencia, necesitamos disciplinarnos para corregir nuestro comportamiento. Soltar tampoco tiene que ver con pasarlo bien a costa del prójimo.

Evidentemente el soltar es algo más que una simple relajación. Es un estado que proviene de estar en armonía con el medio, con el mundo. Soltar no tiene nada que ver con apartarse de las restricciones de la vida ordinaria; al contrario. Es compenetrarse más con su propia vida, porque uno entiende que, tal como es, su vida contiene los medios para levantarse incondicionalmente el ánimo y curarse de la depresión y de la duda.

Llegado a este punto, El Hombre de Luz es poseedor de la elegancia natural ya que cuando comunica, la sinceridad es su mejor herramienta. Decir la verdad no significa que uno tenga que contar sus secretos más íntimos o revelar todo aquello de lo cual se avergüenza. Uno no tiene nada de que avergonzarse. Esa es la base para decir la verdad. Decir la verdad se relaciona también con la afabilidad. El Hombre de Luz es afable en el hablar. Un lenguaje afable expresa dignidad, lo mismo que el buen porte de cabeza y hombros.

Para terminar, en el Hombre de Luz se instala la confianza incondicional, resplandor radiante, es la energía pura.

Este tipo de confianza incluye la tenacidad y la alegría, porque confiar en el corazón nos permite tener más sentido del humor. Esta confianza puede manifestarse con majestad, elegancia y riqueza en la vida de una persona para uso, disfrute y regocijo propio y de los demás.

A mí entender, la Masonería en nuestros días representa la construcción de una verdadera sociedad fraternal. A partir de pulir nuestras propias piedras y con nuestras herramientas, nos vamos convirtiendo en verdaderos hombres portadores de Luz.

El Maestro Secreto representa un eslabón más en el viaje hacia la Luz.

También debo decir que hay muchos y verdaderos Hombres de Luz que están trabajando eficazmente y en silencio y que no pertenecen a una Fraternidad masónica, pero que son verdaderos HOMBRES DE LUZ .

Publicado por:

Diario Masónico

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