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Humor, masonería y Los Simpson


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La divertidísima y longeva serie de animación estadounidense, Los Simpson, nos ha hecho reír a varias generaciones con su humor sarcástico, fino e irreverente.

Todos los temas de actualidad y personajes famosos han tenido su lugar en Los Simpson, y la masonería no podía ser menos. En el episodio número 12 de la sexta temporada, titulado «Homer el Grande», Homer descubre que sus colegas Lenny y Carl son miembros de una antigua sociedad secreta conocida como los «Canteros». Tras ingresar por ser hijo de miembro, Homer disfruta de la vida del club que incluye cómodos privilegios, y frecuentes comilonas que incluyen costillas y cerveza.

Todo va bien hasta que Homer, con su torpeza habitual, destruye el pergamino que los canteros tienen como sagrado y lo expulsan del club, pero en ese momento descubren que es «el elegido» y lo tratan como a un semidios. Entonces Homer, influenciado por su inteligente e idealista hija Lisa, decide transformar la sociedad para que dejen a un lado las partidas de billar, la bebida y las juergas y se comprometan de verdad con ayudar a la comunidad, realizando obras de caridad.

Esto colma la paciencia de los «canteros» y deciden fundar otro club para evitar seguir los nuevos dictados de Homer y continuar con sus actividades lúdico-gastronómicas considerándose igualmente como una sociedad mística y filantrópica.

Este capítulo es una clara parodia de la masonería, pero también de los conspiranoicos y crédulos varios que creen que la masonería ostenta el poder mundial o que están detrás de grandes acontecimientos históricos. Matt Groenning reparte a diestro y siniestro en este capítulo, que es considerado como uno de los mejores de la serie y cuya canción principal «We Do» fue nominada para un premio Emmy en la categoría de mejor música y letra.

Esta es una sátira que esconde una fina crítica a la masonería, o más bien a los masones, que muy frecuentemente olvidamos los nobles objetivos que fundamentan y justifican la existencia de la masonería para abandonarnos a la socialización mundana, las comilonas y divertimentos varios.

Cuando Homer se decide a ingresar en los Canteros (aun sin saber exactamente lo que hacen, como muy agudamente le plantea Lisa), es sometido a una «iniciación» que incluye unos rituales con nombres pomposos y profundos pero que al final consisten todos en lo mismo: azotar en el trasero a Homer con una serie de palas, a modo de las típicas novatadas en las fraternidades universitarias estadounidenses. Una vez superada la inocentada del ritual, el líder de los canteros le da la bienvenida pronunciando un discurso solemne sobre el noble propósito de su institución de acabar con la ignorancia que obstaculiza la luz de la sabiduría y la verdad…para a continuación celebrar entusiasmado: «¡Y ahora emborrachémonos y juguemos al ping-pong!».

Esta es una sátira que esconde una fina crítica a la masonería, o más bien a los masones, que muy frecuentemente olvidamos los nobles objetivos que fundamentan y justifican la existencia de la masonería para abandonarnos a la socialización mundana, las comilonas y divertimentos varios.Y toda sátira esconde algo de verdad, por lo que tomamos nota, Sr. Groening.

Una vez que Homer se ha incorporado al club, le informan de que los miembros se identifican no por su nombre sino por un número, en paralelismo con los grados masónicos que van del primer grado hasta el grado 33 en la masonería escocesa.

De hecho, descubrimos que el poderoso anciano millonario y dueño de la central nuclear, el Sr. Burns, también es cantero, pero que tiene un «número» inferior a Lenny y Carl y éstos lo tratan de manera condescendiente mientras él responde de manera servil y aduladora, para sorpresa de Homer.

Es cierto que en masonería no importan las clases sociales y que conviven en la misma logia catedráticos, empresarios y carpinteros.

El estatus social no tiene nada que ver con los grados que se otorgan en masonería, de tal manera que un albañil puede ser un Maestro Masón y un catedrático un humilde Aprendiz, ya que lo que se valoran son las aptitudes personales y no los éxitos sociales o profesionales a la hora de reconocer los grados. Sin embargo, en las logias todos los masones se tratan con respeto y en ningún caso caben el servilismo o la sumisión, que aquí son pretexto para el humor por exageración.

Tampoco es verídico que los miembros de la masonería disfrutemos de privilegios económicos sobre el resto de los mortales. Sin embargo, siempre en un contexto cómico, vemos en una escena del capítulo que le explican a Homer cómo puede librarse de multas o utilizar atajos para evitar atascos sólo accesibles por su condición de cantero.

También descubrimos cómo Homer realiza el saludo de los canteros a su fontanero, que antes se negaba a reparar la avería del sótano con falsas excusas y que tras conocer que ambos son miembros de la sociedad, se lo arregla en un santiamén. Es una alusión clara a la popular pero incierta idea de que la masonería es una organización de ayuda mutua, donde sus miembros tienen la obligación de ayudarse entre ellos ya sea económicamente, profesionalmente o a través de contactos.  La verdad es que Homer hubiese tenido muy poca suerte con esa avería en el mundo real si hubiese sido masón.

Por último, y quizás sea la secuencia más memorable del episodio, nos encontramos con la desternillante escena en que los canteros entonan una canción en la que celebran sus «logros» con orgullo mientras brindan con sus jarras de cerveza.

La letra original* en inglés, se refiere, por ejemplo, a que son los responsables de retrasar la implantación del sistema métrico en los países anglosajones, de ocultar la existencia de la Atlántida, de contactar con alienígenas o incluso de amañar los premios Óscar. De nuevo mediante la sátira los creadores de Los Simpson ponen en evidencia lo ridículo de las conspiraciones más surrealistas que colocan a la masonería como responsable e impulsora de todo aquello para lo que no tenemos una explicación razonable.

Redacción: Logia Obradoiro-Keltoy/Edición: Redacción DM

Publicado por:

Diario Masónico

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