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Masones ejemplares: Vicente Gil Navarro


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Masones ejemplares: Vicente Gil Navarro

 

 

 

GIL NAVARRO, Vicente (Elda, 1890-1964). Alcalde de Elda en dos ocasiones, ambas durante la II República, de la que fue sin duda uno de sus políticos más relevantes de la ciudad, Vicente Gil Navarro nació en Elda el 26 de agosto de 1890, en la zona de la calle de la Tripa, en una modesta familia jornalera, la de «los Vacíos». Vicente Gil es abuelo de nuestro colaborador Vicente Hernández Gil, 33º.

Elda vivía en esos años un periodo de claro crecimiento, con las primeras fábricas modernas de calzado, las primeras barriadas obreras y nuevas ideologías inequívocamente proletarias, especialmente el anarquismo, al que pronto se sumó el joven Vicente.

La CNT constituyó en Elda, a principios del siglo XX, un potente sindicato de oficio: el Sindicato Único del Ramo de la Piel, tal vez la más poderosa organización obrera existente jamás en la ciudad, que llegó a contar con su propia escuela. En esos años, Vicente, militante activo, se casó con Salud Bernabé y comenzó a crecer la familia con cuatro hijas, de nombres tan evocadores como Armonía, Celeste, Redención, Blanca.

Todo cambió cuando a principios de los años veinte fundó un taller familiar, en el que trabajaron buena parte sus hermanos, hermanas y cuñados. Pocos años después, la empresa, a la que ha denominado «Hijo de Vicente Gil Alcaraz», cuenta con unas modernas naves en la calle Dos de Mayo, la popularmente conocida como Fábrica de los Vacíos, que produce calzado con la marca Zaphyro y posee una zapatería propia en la calle de San Bernardo, en el centro de Madrid. Junto a las naves, construye su nuevo domicilio, y pronto podrá disfrutar de una casa de campo en el término de Petrer, «Salud». En diciembre de 1930 volvió a casarse, por el rito católico, en Santa Ana, con Encarnación Giménez; las fotografías ya nos muestran una familia bienestante.

A finales de los años veinte, Vicente Gil entró en contacto con Alianza Republicana, donde siempre estuvo vinculado a las corrientes más izquierdistas, especialmente al grupo de Marcelino Domingo, que en 1928 celebró una reunión política en la fábrica de Gil Navarro.

En 1929, Gil fue uno de los miembros fundadores del Partido Republicano Radical Socialista, escisión del ala izquierda del Partido Radical de Lerroux, impulsado por M. Domingo, Álvaro de Albornoz o Juan Botella Asensi.

Como tantos políticos, empresarios y profesionales liberales republicanos eldenses, formó parte de la logia masónica local, conocida como «Amor», «Los amigos del libro» o «Los amantes del libro». Gil Navarro ingresó en la misma en febrero de 1930, tomó el sobrenombre de Cafiero y asistió a algunas reuniones, pero no desempeñó cargo dirigente alguno. Su actividad masónica debió reducirse en torno a su primera etapa en la alcaldía y paralizarse con su traslado a Madrid en 1932.

En 1930, en los meses previos a la proclamación republicana, despunta la actividad política de Gil Navarro. El escritor Enric Valor –que pasó su juventud en Elda– le recordaba ante una multitud proclamando la República en diciembre de 1930 –cuando el levantamiento de los Mártires de Jaca–, desde el balcón de la sede del Círculo Republicano, en la Calle Nueva eldense, poco antes de que un convoy militar llegase a la ciudad y restableciera el orden monárquico.

También acude como miembro del PRRS al congreso del partido en Madrid, junto con Ángel Vera, el otro gran representante del republicanismo eldense y promotor del Banco de Elda. En esos años, Gil era también el principal impulsor de Horizonte, el periódico del partido en Elda. En este periódico, expone Vicente Gil su ideología esencial: la asunción inequívoca de su pasado personal, el consenso de intereses como forma de convivencia, una profunda defensa de los intereses locales y de la industria zapatera.

Las elecciones de abril de 1931, fueron el momento de mayor esplendor republicano en Elda.

Su candidatura logró el mayor éxito que jamás haya tenido una candidatura en unas municipales en Elda. Vicente Gil se presentó por el tercero de los distintos en que se dividió la ciudad, multiplicando por más de 12 los votos obtenidos por el último alcalde monárquico.

Vicente Gil fue alcalde en julio de 1931, con los votos de la izquierda republicana y de los socialistas, tras la precoz dimisión de E. Maestre, ante las desavenencias existentes en el seno de la coalición. Gil permaneció en el cargo solo cinco meses, frenéticos en proyectos municipales. Destacó especialmente en la labor educativa: impulsó la construcción de las nuevas Escuelas Nacionales de Elda, inauguró las conocidas como escuelas del Monte Calvario y la del barrio de la Estación de Monóvar, consiguió un acuerdo con las sociedades de casas baratas de El Progreso y la Fraternidad para la puesta en marcha de colegios en dichos barrios e inició los trámites de una biblioteca local, que nunca llegó a hacerse realidad. Como el resto de alcaldes del periodo se preocupó por hacer avanzar el proyecto de mercado de abastos, solucionar el suministro de aguas y embellecer la nueva Plaza de Castelar, el hito urbano del momento.

En el tema religioso, Gil Navarro afrontó las primeras fiestas mayores septembrinas del nuevo estado laico, después de un conato de incendio en mayo en la parroquia de Santa Ana.

Gil autorizó –con el rechazo de los concejales izquierdistas– que las procesiones recorrieran las calles de la ciudad, aunque sin financiación oficial y diferenciadas de unas fiestas cívicas, que alcanzaron gran brillantez. Durante su mandato se derribó la capilla del viejo hospital, pero ya en 1927 se había aprobado su demolición por ruina. También derrocó la pared que separaba la parte del cementerio reservada a los católicos de la destinada a cementerio civil.

Sin embargo, fue incapaz de amortiguar las tensiones crecientes unos radicales cada vez más escorados a la derecha y unos socialistas cuyos votos dejaron de apoyar la frágil mayoría de Vicente Gil. A finales de noviembre, presentó su dimisión y marchó a vivir a Madrid. En la capital, se ocupó de su zapatería de la calle de San Bernardo, disfrutó de su cierto periodo de tranquilidad con su familia. Allí vivió el nacimiento de Izquierda Republicana y el triunfo del Frente Popular en las elecciones de febrero de 1936 y el ascenso de Manuel Azaña a la presidencia de la República. Los ayuntamientos de 1931, que habían sido cesados en sus funciones tras la revolución de octubre de 1934, fueron repuestos en sus cargos, pero Vicente Gil no se reincoporó a la corporación eldense.

Sin embargo, el 17 de mayo de 1936 fallece el entonces alcalde de Elda, Joaquín Vera Pérez, y la minoría republicana acuerda proponerle para el cargo (el gobernador no había admitido oficialmente su renuncia) y, el 27 de junio, obtuvo siete votos a favor y sólo dos en blanco (uno, presumiblemente, el suyo).

En su breve mandato, pese a sus llamadas a la moderación, no fue capaz de afrontar la mayor huelga general del calzado eldense, de carácter anarquista y tan radical que no se detuvo ni con el golpe del 18 de julio, sino a principios de agosto. Sólo fue alcalde de Elda los primeros cuarenta días de la Guerra Civil, protagonizados por los incendios de edificios destacados –la parroquia, la sede de la Derecha Regional, la Gran Peña, la Casa Abadía o algún chalet de empresario-, por la persecución o asesinato de varios guardias civiles, algún derechistas y varios sacerdotes, por la entrega de armas al pueblo, la formación de milicias, el final de la huelga zapatera y las primeras transformaciones organizativas en las fábricas. Vicente Gil ya no controlaba la ciudad, estaba sólo tratando de frenar los excesos iniciales del Comité Antifranquista, ofreciendo salvoconductos, facilitando hasta su propio coche o trasladando a gentes a la cárcel de Alicante, cuando su seguridad no podía garantizarse en Elda. Cuando el 26 de agosto se constituyó el nuevo Consejo Muinicipal ni siquiera acudió al traspaso de poderes.

Durante el resto de la contienda se retiró a su empresa, compartió la gestión con el comité obrero y se ajustó a las penurias de la guerra: construcción del refugio, crecientes carencias de materias y energía, adaptación de la producción a un periodo bélico. Ya no se le conoció actividad política alguna, asqueado por tanta afrenta al Estado de derecho.

Alejado de la política activa, sin ningún episodio violento a sus espaldas y confiado como tantos en su carencia de delitos de sangre, no intentó salir del país. El 7 de abril, fue recluido en el campo de concentración de la Plaza de Toros de Monóvar, junto con varios centenares de paisanos.

De allí, pasó a las Escuelas Verdú de Elda y a prisión atenuada en su propio domicilio, ante su más que evidente falta de peligrosidad. En diciembre fue absuelto por un consejo de guerra en Alicante.

Sin embargo, el 1 de marzo de 1940 se dicta la Ley para la Represión de la Masonería y el Comunismo, creando un Tribunal Especial encargado de juzgar la pertenencia a la Masonería, Vicente Gil había sido miembro poco activo de la logia eldense, de la que el franquismo poseía documentación ya en 1937. Encarcelado de nuevo en la primavera de 1941, el 4 de noviembre se le condena a doce años y un día, aunque salió en libertad el 22 junio de 1943, cuando –tras más de dos años recorriendo prisiones por Alicante, Puerto de Santa María y Burgos– se le conmutó la pena por seis meses de destierro en Menorca, que no necesitó cumplir.

Hasta su muerte, en 1964, vivió recluído en su ámbito familiar, alejado de cualquier protagonismo político, social o religioso.

 

José Ramón Valero Escandell

Artículo publicado en: La memoria recuperada (Universidad de Alicante)

Publicado por:

Garibaldi

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