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«Masonidad»: La división


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Por Rafael López, M.·. M.·.

Me pongo a las letras después de un tenso debate en las redes sociales, de un tenso y ficticio debate, un debate entre supuestos masones algunos de los cuales reclamaban con aires matonistas, como si de un ámbito tabernario se tratara, la superior masonidad  de una orden sobre otra. 

Masonidad, apuntaros el palabro, capacidad de sentirse más masón que nadie.

Según los parámetros que se utilicen la masonería se divide, se fracciona o se atomiza, cosa difícil de creer en una regla que habla de universalidad y de fraternidad como valores básicos. Pero si utilizamos la más benigna de las percepciones, se reconocen habitualmente dos tipos de masones, los masones con mandil y los masones sin mandil, siendo estos últimos aquellos que, exhibiendo un gran compromiso con nuestros valores, con sus valores, nunca han sido iniciados. 

«El mundo está lleno de masones que nunca han pertenecido a ningún Oriente»

Yo soy muy de esta idea. Estoy convencido que el mundo está lleno de masones que nunca han pertenecido a ningún Oriente, que nunca han sido iniciados, pero su capacidad de perfeccionamiento personal y su vocación de compromiso con sus semejantes los hace acreedores al mandil de la orden de los no iniciados.

Claro que el problema que apuntaba al inicio nada tiene que ver con los apuntados, si no, más bien, con un tercer tipo de individuos, véase con que contumacia evito llamarles masones, que, iniciados y equipados de mandil, incluso llegando a VVMM, demuestran día a día su incapacidad de conducirse como masones, incluso dentro de la relación con sus pretendidos HH.

Parece ser que existe un empeño, por parte de algunos, en reivindicar la verdadera masonería, algo así como el elixir de la ortodoxia masónica, y su exclusiva residencia en una orden determinada, lo que por ende nos lleva a suponer que los demás serán, o seremos, algo así como masones de pacotilla. Puede ser, lo de masones de pacotilla, digo, pero en mi escaso recorrido por la masonería, apenas trece años, los masones de opereta que he conocido se han repartido por todas las órdenes sin excepciones.

«No puedo entender esta ferocidad fraternal»

Existe un cierto tufillo ideológico en estas actitudes, no de identidad ideológica, los he detectado profundamente de derechas y furibundamente de izquierdas, si no en ese planteamiento en el que su razón se sustenta, básicamente, en la descalificación de todo aquel que no se identifica con sus planteamientos, lo que, elevado a términos masónicos, y en estricta aplicación de la estadística, significa que deja fuera de la masonería a más de la mitad de la población mundial, para empezar y nada menos.

No puedo entender esa ferocidad fraternal que en una institución de advocación universal empieza por limitar la posibilidad de pertenecer a ella, sigue, en el templo del libre pensamiento, por considerar que el único pensamiento libre es el que coincide con el suyo, y en el ámbito de la búsqueda del conocimiento exhibe con orgullo un desconocimiento interesado, acabando por elevar a categoría administrativa, burocrática, lo que nunca ha dejado de ser otra cosa que un empeño personal, individual, ético.

La verdadera masonería, si es que aún existe, no se ampara en siglas, no se preserva en órdenes, no se esconde en las reivindicaciones grandilocuentes de propensos a la descalificación ajena. La verdadera masonería, si es que aún existe, está escondida debajo de algún mandil de algún H. sin rango ni oropeles de alguna logia de cualquier Oriente, sin importar a que orden, o desorden, pueda pertenecer esa logia. La verdadera masonería, si es que aún existe, es una comunión íntima, un compromiso personal, una vocación individual, un logro elemental cuya primera arista pulida es no preocuparse de la piedra ajena más que para perfeccionar la propia. Salvo que la piedra ajena en vez de en un banco de trabajo esté en una honda que apunte a tu cabeza, que también las hay.

Que un término, “regular”, pueda afectar hasta el punto de hacer perder la compostura a los que lo utilizan como agresión, tanto sea a favor como en contra, demuestra hasta qué punto estamos muy lejos de empezar a lograr algo positivo con nuestro trabajo. Que el término “regular”, como argumento sea más usado por los que lo atacan que por los que lo usan para atacar, indica que hay algún tipo de problema oculto, de incomodidad personal, con el concepto.

Otra curiosidad sobre estos pronunciamientos, que suelen indicar desconocimiento o mala intención, es la del afán de nombrar a la parte por el todo. Parece ser que todos los masones regulares, por el simple hecho de serlo, quedan definidos como machistas, ultra-religiosos e intransigentes. Siendo llamativo que los que lo denuncian lo hacen con absoluta intransigencia y posesión innegociable de la Verdad última.

«Lo importante de ser masón no es otra cosa que el compromiso con un método»

Nunca se me ha ocurrido cuando me presentan a alguien que me identifican como masón, preguntarle si es regular o irregular, si es homosexual o heterosexual, si es religioso, agnóstico o ateo, si es socialista o liberal. Me trae al pairo, solo me interesa cual es su grado y con qué satisfacción lleva su pertenencia. Tampoco le pregunto, por motivos evidentes, y no lo haría aunque no fuera tan evidente, si es hombre o mujer. Porque lo importante de ser masón no es otra cosa que el compromiso con un método, con unas reglas que aceptas, posiblemente no todas compartidas, y con la transmisión por el ejemplo de una posibilidad cierta de superación personal.

Y el de la mujer es otro de los argumentos arrojadizos. Parece ser que la masonería solo puede ser mixta o femenina, porque la única que se cuestiona es la masculina. ¡Mira tú¡. Y si algo me desconcierta, desde mi desconcierto general, es que en la mayor parte de las ocasiones esa reivindicación femenina la hacen hombres que incurren, con su actitud y sus palabras, en una suerte de machismo rancio y trasnochado.

Nunca he concebido a las mujeres más que como mis iguales y, por tanto, jamás he considerado que ellas necesiten de ningún “caballero” que salga a dar la cara por ellas. Creo a las mujeres perfectamente capacitadas para reivindicarse por sí mismas, si es que lo consideran necesario, si es que se encuentran el lugar y situación que las motive a ello. 

Me parece profundamente machista, tan profundamente machista como feminista radical, reclamar que no puede haber espacios exclusivamente masculinos al tiempo que se fomentan, o apoyan, o no se critican, los exclusivamente femeninos. Otra cosa sería la intolerancia, pero esa parece ser que está más en el lado que pretende denunciar.

«Trabaje cada uno donde quiera, como quiera, en el lugar que sus circunstancias, convicciones o devenires»

Trabaje cada uno donde quiera, como quiera, en el lugar que sus circunstancias, convicciones o devenires, le haya situado y se sienta a gusto para realizar su trabajo. Preocúpese cada uno de que su piedra está cada día un golpe más trabajada, y dejémonos de mirar para la piedra de los de al lado. 

Ya es suficientemente desconcertante, casi doloroso, el que no seamos capaces de ser todos uno, como parece que sucede, en nuestros trabajos como para encima fomentar, yo diría que interesadamente, un enfrentamiento artificial entre hermanos que ni aporta, ni construye, ni lleva a otro lugar que a crear una incomodidad en los pocos lugares de libre convivencia que se nos permiten.

Y, para quién aún no me haya entendido, métase cada uno, a la hora de hacer masonería, las siglas en el rincón más profundo del bolsillo de su mandil, porque las siglas no son herramientas de ningún grado en el que yo haya trabajado.

Publicado por:

Garibaldi

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Comments

  1. Alberto M.    

    Eso es como cuando un perro con un reconocido Pedigrí es cruzado con otros que no tienen una cadena genética pura.
    La masonería y los seudo-Supremos Consejos y Seudo-Grandes logias han sido creados por falta de Pedigrí, por eso esos cruces desde las modificaciones constantes de constituciones y leyes, acaban por engendrar un Frankenstein-Sudo-Mason.
    Nuestro GM Óscar de Alfonso es un producto de esos cruces de ADN sin pedigri, tenemos un Frankenstein-Óscar de Alfonso, sus salidas de tono… sus freses sexuales y de Zoofilia es el resultado de esos cruces que alteran el ADN.
    Así se crean seudo-grandes logias o supremos consejos con seudo-masones con el ADN alterado por esos cruces de pedigrí Masónico.

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