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LOS ALTOS GRADOS MASÓNICOS


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LOS ALTOS GRADOS MASÓNICOS

 

 

 

Comportando la iniciación masónica tres fases sucesivas, parece resultar de ahí que todos los sistemas de altos grados son completamente inútiles, al menos teóricamente, puesto que los rituales de los tres grados simbólicos describen, en su conjunto, el ciclo completo de la iniciación.

Sin embargo, de hecho, siendo simbólica la iniciación masónica, forma unos Masones que no son sino el símbolo de los verdaderos Masones, y ella les traza simplemente el programa de las operaciones que tendrán que efectuar para llegar a la iniciación real. Es a este último fin al que tendían, al menos originariamente, los diversos sistemas de altos grados, que parecen haber sido precisamente instituidos para realizar en la práctica la gran Obra de la cual la Masonería enseñaba la teoría.

Con todo, hay que reconocer que bien pocos de esos sistemas alcanzaban realmente el fin que se proponían; en la mayor parte, se encuentran incoherencias, lagunas, redundancias, y algunos rituales son de muy débil valor iniciático, sobre todo cuando se los compara con los de los grados simbólicos. Estos defectos son tanto más sensibles cuanto que el sistema comprende un mayor número de grados; y, si es ya así en el Escocismo de 25 y 33 grados, ¿qué será en los Ritos de 90, 97, o incluso 120 grados?

Esta multiplicidad de grados es tanto más inútil cuanto que se está obligado a conferirlos por series.

En el siglo XVIII, cada uno quiso inventar un sistema para él, siempre injertado, entiéndase bien, sobre la Masonería simbólica, de la cual no se hacía más que desarrollar los principios fundamentales, interpretados demasiado frecuentemente en el sentido de las concepciones personales del autor, como se ve en casi todos los Ritos herméticos, Kabalísticos y filosóficos, y en las Ordenes de Caballería y de Iluminismo. De ahí nació, en efecto, esta prodigiosa diversidad de Ritos, de los que muchos no existieron jamás más que sobre el papel, y de los cuales es casi imposible desembrollar la historia.

     Contrariamente a lo que se ha pretendido frecuentemente, el caballero Ramsay no fue el inventor de los altos grados, y que, si es responsable de ellos, no es más que indirectamente, porque los que concibieron el sistema del Escocismo se inspiraron en un discurso que él había pronunciado en 1737, y en el cual relacionaba a la vez la Masonería a los Misterios de la Antigüedad y, más inmediatamente, a las Ordenes religiosas y militares de la Edad Media.

Pero Ramsay es tan poco autor de los rituales de los grados escoceses como Elías Ashmole lo es de los grados simbólicos; Elías Ashmole, sabio anticuario, adepto del hermetismo fue recibido como Masón el 16 de octubre de 1646, en Warrington condado de Lancaster y no reapareció en Logia más que pasados 35 años, el 11 de marzo de 1682, por segunda y última vez en su vida, como lo testimonia su diario, que nunca cesó de llevar día tras día con escrupulosa minuciosidad.

Lamentablemente hay rituales de entre los altos grados que son casi insignificantes y presentan todos los caracteres de una composición ficticia, artificial, creada en todas sus piezas por la mentalidad de un individuo.

Hemos simplemente querido decir aquí lo que pensamos de la institución de los altos grados y de su razón de ser, nosotros los consideramos como teniendo una utilidad práctica incontestable, pero a condición, desgraciadamente muy pocas veces realizada, que cumplan verdaderamente el fin para el que han sido creados. Para eso, haría falta que los Talleres de los altos grados fuesen reservados a los estudios filosóficos y metafísicos, demasiado descuidados en las Logias simbólicas; jamás se debería olvidar el carácter iniciático de la Masonería, que no es ni puede serlo, quienquiera que lo haya dicho, ni un club político ni una asociación de socorros mutuos.

     Sin duda, no se puede comunicar lo que es inexpresable por esencia, y por ello los verdaderos arcanos se defienden por sí mismos contra toda indiscreción, pero se puede al menos dar las claves que permitirán a cada uno obtener la iniciación real por sus propios esfuerzos y su meditación personal, y se puede también, según la tradición y la práctica constantes emplazar a aquel que aspira a la iniciación en las condiciones más favorables de realización, y proporcionarle la ayuda sin la cual sería casi imposible completar esta realización. No nos extenderemos más tiempo sobre este asunto, pensando haber dicho lo suficiente para hacer entrever lo que podrían ser los altos grados masónicos, si en lugar de querer suprimirlos pura y simplemente, se hiciera de ellos unos centros iniciáticos verdaderos.

     Extractado de: René Guénon, publicado originalmente en La Gnose, París, mayo de 1910 y reeditado en René Guénon, Estudios sobre la Masonería y el Compañerazgo, Madrid, 2009, pp. 457-459.

LOS GRADOS SUPERIORES MASÓNICOS

     Los tres primeros grados: aprendiz, compañero y maestro se derivan de logias operativas escocesas “desde tiempos inmemoriales”. Sin embargo, desde hace tres siglos, la tradición masónica abarca otros grados, que añaden un simbolismo complementario de expresión espiritualista y esotérico, la búsqueda del ideal caballeresco, secretos herméticos o misterios divinos.

     Es posible que nadie sepa jamás su origen exacto. Se los puede ubicar entre 1730 y 1750, pero prolongan corrientes mucho más antiguas. Desde los albores del siglo XVI, se formaron círculos de estudio del neoplatonismo, del hermetismo del ideal de la caballería medieval, de la cábala o de la religión egipcia. Cuando la coyuntura política impidió la libre investigación, estos cenáculos – que conviene calificar de iniciáticos – se refugiaron en el secreto. Después del hermetismo del Renacimiento, en el siglo XVII se desarrolló otro círculo, el de la Rosa Cruz.

    A comienzos del siglo XVIII la francmasonería incipiente ofrecía a dichas corrientes una estructura perfectamente adaptada. La francmasonería de los grados superiores se reveló como un verdadero conservatorio destinado a preservar en el seno de las logias un patrimonio simbólico – caballeresco y hermético – que la aparición de la sociedad moderna suprimió en otros ámbitos. Desde cierto punto de vista, la formación de los grados superiores no fue más que un concretización de las enseñanzas masónicas y de la práctica de los círculos iniciáticos que sobrevivían en forma más o menos subterránea desde hacía varios siglos. Pero, paralelamente a esta pasión se instauró una verdadera confusión. Fue así como, en el segundo tercio del siglo XVIII, un deseo de clarificación condujo a organizar los grados superiores en ritos: el rito de perfección a fines de 1760 (se convirtió entre 1801 y 1804 en el rito escocés antiguo y aceptado); el rito escocés rectificado en 1782 y el rito francés en 1784, el rito egipcio llamado Misraïm hasta 1811, se llamó luego, de Memphis.

    Extractado de: Pierre Mollier, Director de la Biblioteca y de los Archivos del Museo de la Francmasonería, «Esplendores y misterios de los grados superiores masónicos», en Museo de la Francmasonería, Paris, 2001, pp. 52-53.

Publicado por:

Garibaldi

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