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La iniciación del papa Roncalli en masonería (II)


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El anciano negó con la cabeza. «Es en otra mesa donde debemos cenar esta noche.» Al decir esto, se encaminó, acompañado por Roncalli, a un distrito de calles oscuras y silenciosas, a las que éste nunca había entrado.

Una abertura estrecha condujo a una puerta donde, como por instinto, Roncalli se detuvo. El anciano le dijo que subiera y que lo esperara. 

Más allá de la entrada había una pequeña escalera, y luego otra. No había luz, pero en la casi total oscuridad, parecían haber voces desde arriba que ordenaban a Roncalli a continuar. Llegó a un alto delante de una puerta, más pequeña que las otras, y que estaba entreabierta. Al abrirla, Roncalli se vio en un cuarto ancho de forma pentagonal, con las paredes desnudas y dos grandes ventanas cerradas. 

Había una gran mesa de cedro en el centro de la misma forma que el cuarto.

Había tres sillas contra las paredes, y una túnica de lino colgaba de una de ellas, así como tres sobres sellados y unas fajas de diferentes colores. En la mesa había una espada de puño plateado, cuya hoja parecía llamear en la luz parcial de tres velas rojas de un candelabro. En otro candelabro habían otras tres velas que aún no habían sido encendidas. Había un incensario del cual estaban amarradas unas cintas de varios colores, y tres rosas artificiales de material ligero, con sus tallos cruzándose. -La señal de los Rosacruces o la «Cruz de Rosas».

Cerca de la espada y del incensario había una Biblia abierta. Una ojeada era suficiente para saber que estaba abierta en la Epístola de San Juan, y que narraba la misión de Juan el Bautista. Estos pasajes siempre tuvieron una fascinación peculiar para Roncalli. «Fue un hombre enviado de Dios el cual se llamaba Juan…» El nombre de Juan adquiere un significado especial en las sociedades secretas, las cuales hacen reuniones el 27 de Diciembre, la fiesta del Evangelista, y el 24 de Junio, la fiesta del Bautista. Frecuentemente se refieren a los Santos Juan. 

Roncalli y el «Maestro»

Roncalli escuchó pasos ligeros detrás de él y se apartó de la mesa. Era alguien a quien llamaban, como ya lo había hecho él antes, el maestro. Tenía puesto una túnica larga de lino que tocaba el suelo, y alrededor del cuello una cadena de nudos, de la cual colgaban varios símbolos plateados. Colocó su guante blanco en el hombro de Roncalli. «Arrodíllate, sobre la rodilla derecha». 

Mientras Roncalli se arrodillaba, el Maestro tomó de la silla uno de los sobres sellados. Lo abrió de tal manera que Roncalli fue capaz de ver que contenía una hoja de papel azul, y que tenía escrita una serie de reglas. El maestro tomó y abrió un segundo sobre, del que sacó una hoja similar y que dio a Roncalli. Estando éste a un lado, vio que tenía inscrita siete preguntas. 

-«¿Sientes que las puedes contestar?» preguntó el Maestro. 

Roncalli respondió con un sí y devolvió el papel. 

El maestro lo utilizó para encender una de las velas de la segunda base. Explicó: «Estas luces son para los Maestros del Pasado -Se dice que los Maestros son seres perfectos, maestros de la humanidad, quienes han pasado por una serie de iniciaciones hasta un estado más elevado de conciencia (una forma de Gnosticismo)-, quienes están entre nosotros.» 

Después recitó los misterios de la Orden con palabras que parecían entrar y salir de la mente de Roncalli, sin que permanecieran; aún así, sintió que de alguna manera siempre habían formado parte de su conciencia. 

Nombre simbólico: «Johannes»

Enseguida el maestro se inclinó sobre él. «Nos reconocemos el uno al otro por los nombres que escogemos para nosotros mismos. Con ese nombre cada uno sella su libertad y su plan de trabajo, y así forma un nuevo eslabón en la cadena. «¿Cuál será el tuyo?»  La respuesta ya estaba lista. No había vacilación alguna. 

«Johannes», dijo el discípulo. Siempre listo en su mente estaba su Evangelio favorito. 

El Maestro tomó la espada y, acercándose a Roncalli, reposó la punta sobre su cabeza; el sólo toque hizo que algo fluyera por todo su ser, algo que Roncalli sólo podía comparar con un gozo nuevo e irreprensible. El Maestro sintió su sorpresa.  

«Lo que sientes en este momento Johannes otros lo sintieron antes que tú; yo, los Maestros del Pasado y otros hermanos alrededor del mundo. Crees que es una luz, pero no tiene nombre». 

Intercambiaron saludos fraternales y el Maestro besó al otro siete veces. Después habló en voz baja, haciendo que Roncalli tuviera conciencia de los signos, actos y ritos que debían llevarse a cabo todos los días, en momentos precisos, que corresponden a ciertas etapas en el transcurso del Sol. 

«Exactamente en esos puntos, tres veces al día, los maestros y hermanos alrededor del mundo repiten las mismas frases y hacen los mismo ritos. Su fuerza es inmensa y se extiende lejos. Día tras día sus efectos se sienten sobre la humanidad.» 

El Maestro tomó el sobre restante, lo abrió y leyó los contenidos a Johannes. Concernía la fórmula del juramento, la solemne obligación de no revelar los secretos de la Orden, prometer siempre trabajar para el bien y, lo más importante, respetar la ley de Dios y sus ministros (una estipulación algo ambigua considerando lo que implicaban sus alrededores). 

El juramento de Roncalli

Johannes anexó su nombre al papel junto con un signo y un número que el Maestro le enseñó. Ello confirmó su entrada y grado en la Orden; y una vez más sintió aquella fuerza misteriosa recorrer todo su ser. 

El maestro tomó el papel, lo dobló siete veces y pidió que Johannes lo colocara en la punta de la espada. Una vez más una llama súbita recorrió el largo de la espada.  Lo llevó hasta las velas que todavía daban luz «por los Maestros del Pasado.» 

Las llamas lo consumieron y el maestro esparció las cenizas. Entonces le recordó a Johannes de la solemnidad del juramento que había tomado, y de cómo transmitiría una sensación de libertad, de verdadera libertad, que los hermanos ya conocían. Después besó a Johannes, quien estaba profundamente afectado para responder de palabra o por gesto, y sólo podía llorar. 

Pocas semanas después, se dijo a Johannes (o Roncalli, como debemos llamarlo otra vez) que ya estaba lo suficientemente versado en el Culto para entrar en su fase decisiva, es decir, en el Templo. 

La misión

El maestro lo preparó para algo que, y nunca ocultándoselo a Roncalli, sería una experiencia muy dura; el temor de Roncalli aumentó al darse cuenta de que, a menos que se le encomendara una tarea de gran importancia, nadie como él, un iniciado del primer grado, había sido permitido dentro del templo. 

¿Qué le esperaba a Roncalli? ¿Se le habría formado en su mente la figura de una cierta silla o trono, mientras se abría paso por el Templo? 

Allí la reunión de los hermanos fue otro indicio de que Roncalli había sido escogido para una misión especial. En las paredes había palabras misteriosas, Azort y el Tetragramatón. Éste último es el terrible, inefable e impronunciable nombre del creador del universo, y se dice que había sido inscrito en la cara superior del cubículo, o piedra angular, en el sanctasanctórum del Templo de Jerusalén.

Aparece también en una figura que se usa para invocar a los espíritus malignos, o a veces como protección contra ellos. Una figura que se conoce como el gran círculo mágico, se traza entre dos círculos que están compuestos de líneas interminables y que simbolizan la eternidad. Se colocan varios artículos como el crucifijo, algunas hierbas y unos tazones de agua que, según dicen, influyen en los espíritus malos.  

Roncalli en su final y más elevada función, para la cual había sido iniciado, habría de usar en su guante la imagen del dios sol, rodeado de rayos de gloria.

Los colores rojo y negro habían sido reverenciados por los Gnósticos y también son los colores de Kali, la madre divina de la mitología Hindú; proveyendo así las muchas semejanzas que ocurren en las desviaciones del Cristianismo y en los cultos precristianos. Debe notarse que también figuran en los estandartes del Movimiento Anarquista Internacional, cuyo profeta fue Mikhail Bakunin (1814-1876), pionero del Libertarismo en oposición al Estado Socialista. 

Mientras Roncalli observaba los detalles de la habitación, los hermanos abandonaron sus lugares cercas de la pared, hasta que, lentamente y casi imperceptiblemente, empezaron a acercarse más y más hacia él. Cuando hubieron formado una cadena, avanzaron todavía más hasta tocarlo con sus cuerpos, como señal de que su fuerza, que había sido probada y comprobada en ceremonias anteriores, se transmitía a él. 

De pronto se dio cuenta que, y sin prestar mucha atención, le estaban dando palabras de poder, y que fluyeron de él en una voz que no reconoció como la suya. Sin embargo, fue capaz de ver que todo lo que había dicho estaba siendo anotado por el Gran Canciller de la Orden. Escribió en francés, en una hoja de papel azul que tenía como encabezado: «El caballero y la Rosa». -Un informe detallado sobre la iniciación de Roncalli se da en Les propheties du Pape Jean XXIII, de Pierre Carpi, el pseudónimo de un italiano que pudo haber entrado en la misma Orden que Roncalli. Fue traducido al francés, y es muy difícil encontrarlo ahora. (Jean-Claude Lattes Alta Books 1975).-

La perfección del maestro

Juzgando por eso y otras señales, parece ser que Roncalli estaba afiliado con la Rose-Croix, los Rosacruces, una  sociedad fundada por el alemán Christian Rosenkreutz, quien nació en 1378. Pero, y de acuerdo con sus propias afirmaciones, «La Orden de la Rosa y la Cruz ha existido desde tiempos inmemoriales y sus ritos místicos y conocimientos fueron practicados y enseñados en Egipto, Eleusis, Samotracia, Persia, Caldea, la India y en tierras más distantes. De esta manera fue transmitida a la posteridad la Sabiduría Oculta de las Edades Antiguas«. 

Después de viajar por España, Damasco y Arabia (donde fue iniciado en la magia arábiga), Rosenkreutz regresó a Alemania y estableció su fraternidad de los Invisibles. Y, en un edificio que ellos nombraron Domus Sancti Spiritus, continuaron tales variados estudios como los secretos de la naturaleza, alquimia, astrología, magnetismo (o mejor conocido como hipnotismo), comunicación con los muertos y medicina. 

Se dice que Rosenkreutz murió a la avanzada edad de 106, y cuando se abrió su tumba, que se había perdido por muchos años, se encontraron signos y símbolos de magia y unos manuscritos ocultos. 

A primera vista, Turquía podría parecer como un país fuera del mapa: en lo que respecta a las operaciones de una sociedad secreta. Pero en 1911, Max Heindel (fundador de la Hermandad de los Rosacruces y la Concepción Cósmica de los Rosacruces) escribió de ese país de una manera que mostraba que no se escapaba de las observaciones de aquellos que trabajaban con miras en el futuro religioso, político y social. «Turquía» -dijo- «ha avanzado enormemente hacia la libertad bajo la Juventud Turca del Gran Oriente.» 

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Continúa en La iniciación del papa Roncalli en masonería (III)

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Publicado por:

Garibaldi

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Comments

  1. Antonio Ruiz Alba    

    ¿quien es el Autor de semejante despropósito? Todo lo que se expone en estos tres artículos es pura literatura y leyenda sin fundamento.

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