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Anverso y reverso del espejo o conócete a ti mismo


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Anverso y reverso del espejo o «conócete a ti mismo»

Ángel R. Medina

Respetable Logia Leonardo Da Vinci Nº 244

Oriente de Maracay, Estado Aragua, Venezuela.

Conócete a ti mismo:

En la liturgia de iniciación del REAA luego de las preguntas preliminares y el inte­rrogatorio al Caballero Profano o Aspirante, el Venerable Maestro a golpe de mallete pregunta:

—Hermanos míos, después de las respuestas dadas por el Aspirante, ¿convenís en su re­cepción? Como sabemos —y de acuerdo al Ritual— si alguno de los Queridos Hermanos se opusiere o di­sintiese solicitarán la palabra a su respectivo Vigilante. En caso contrario, reinará el silen­cio en las Columnas y en el Oriente. Luego, el Venerable Maestro dice:

—Profano: los Masones convienen en que continúe este acto, pero ya que ellos es­tán sa­tisfechos de vos, quiero indicaros las bases principales de la Orden, para que vos también podáis juzgar […]

Sin embargo, el Neófito, pareciera entender que ya ha sido aceptado, que ya ingresó a la Orden. En ese instante, el Profano pareciera que se presenta ante un espejo y que lo pone «cara a cara» consigo mismo. Es, como en un símil literario, que este Profano se diera vuelta, mirase hacia atrás, y viera en ese espejo la expresión: «Conócete a ti mis­mo». En la liturgia de otros ritos, por ejemplo, sucede que el Venerable Maestro expresa: «No es siempre delante de uno que se encuentran los enemigos. Los más terribles, muchas veces, están detrás. ¡Volveos!».

A lo largo de su carrera iniciática, el adepto deberá aprender que aquello que retrata el es­pejo es solamente su apariencia, una imagen transitoria del ser individual someti­do a las le­yes del devenir, una ilusión cambiante y contingente, y por tanto, todo aque­llo con lo cual no debe identificarse, ni reconocer como el fin del proceso, pues de ser así, quedaría atrapado en la rueda de la vida.

«El mayor error y más grande enemigo del iniciado es identificarse con los aspectos puramente formales, caducos, egóticos y cambiantes del ser individual en lugar de verlos como simples destellos o reflejos tran­sitorios del ser universal». [1]

No se sabe con certeza cuándo apareció el espejo en la vida del hombre; lo cierto es que se encuentra desde la más remota antigüedad, en los mismos albores de la Hu­manidad, cuando todavía no existía la Historia, tan sólo oscuros recuerdos, relatos y le­yendas fantásti­cas. Se han encontrado espejos en todas las civilizaciones, en América, Asia, África y Euro­pa. La alusión que hacemos respecto a los espejos y la iniciación masónica, está basada en la antigua formula délfica del «Conócete a ti mismo», la cual es la primera fase del trabajo del Aprendiz. Es decir, el reconocimiento de la antropolo­gía espiritual del hombre.

El Aprendiz, como lo expresan Oswald Wirth y otros estudiosos de la masonería, re­presenta la primera etapa en la vida del hombre, en la cual tiene predominio la volun­tad y los sentidos mediante la experiencia. Cuando decimos que el Aprendiz es asedia­do por los espejos, es arrancarse la máscara y desvelar aquello de quién so­mos, salir de la masa, despertar el individuo. Es por tanto el principio de la libertad inte­rior del «Conócete a ti mismo».

Jorge Sanguinetti, en su libro Espiritualidad y Masonería, [2] hace referencia a un antiguo lema que dice que el masón se ocupa de «reunir lo disperso y llevar la luz». Al res­pecto expresa: [3]

Atraer y reunir a todos los que alberguen en sí esta vocación de búsqueda y de servicio, para juntar a los hombres buenos que de otra manera no llegaría a co­nocerse entre sí. Pero el lema también puede referirse a la necesidad de congre­gar a todas las potencias, de juntar todo lo que el análisis especulativo ha separa­do, reunir inteligencia y voluntad, razón y fantasía, interior y exterior, percepción y sentido, alma y cuerpo en una sola cosa que es el Hombre mismo indiviso, que siente, razona, entiende, ama y actúa con todo su ser sin dejar afuera nada.

Sanguinetti cita a un viejo sabio quien expresó por allí: «Conócete a ti mismo y cono­cerás al Uni­verso». Al respecto, se pregunta: ¿Es tan difícil ser simple? Es tan difícil mi­rar sin el co­lor de un cristal prestado? «Lo disperso está en todas partes, esperando el llamado de launidad, y, a partir de esa unidad, la luz se expande oportunamente por causa, de nuevo […] El sabio Salomón decía: de la abundancia del corazón habla la boca». [4]

Conócete a ti mismo:

Espejos: objetos inquietantes

La física define a los espejos como objetos inquietantes, que parecen tener «algo más de fondo» o «superficies reflectantes».

Ese fenómeno que se produce formando la imagen en el espejo, lo explica la física en lo que se denomina «Ley de la reflexión». El Diccionario Manual de la Lengua Española Vox define el término espejo con tres acep­ciones:

1. Superficie pulida de cristal, cubierta en su cara posterior por una capa de mercurio o por una plancha de metal, en la que se reflejan la luz y las imágenes de los objetos.

2. Cosa a través de la cual se ve algo retratado: la cara es el espejo del alma.

3. Modelo que debe ser imitado: es un espejo de bondad. Los investigadores sostie­nen que a lo largo de la historia, en la mitología, la literatura, la leyenda, el arte, el es­pejo aparece cubierto de un poder que va más allá de su propia forma y tamaño. Cual­quiera sea su soporte material, el espejo encierra en sí todos los secretos y misterios que la historia humana ha necesitado guardar en él.

En su Diccionario de los símbolos, [5] Juan Eduardo Cirlot expresa que el espejo es el órgano de auto contemplación y reflejo del universo». Asociado con el mito de Narci­so, el cosmos sería «como un inmenso Narciso que se ve a sí mismo reflejado en la hu­mana conciencia». Según el autor, el mundo cambia, y ese sentido en parte negativo, se proyecta en el espejo con sentido caleidoscópico, que «aparece y desaparece».

En el Volumen de la Ley Sagrada, [6] y en los Diccionarios Bíblicos, los espejos anti­guos, de los cuales se han encontrado muchos en las excavaciones del Cercano Oriente, en especial en Egipto, estaban hechos de metal pulido, generalmente una aleación de cobre y estaño (bronce).  Más tarde se usaron espejos de plata y de oro. Su forma era generalmente redonda u ovalada, aunque algunos fueron cuadrados; comúnmente tenían un mango que, junto con el dorso del espejo, estaba decorado.

Los espejos que las mujeres hebreas llevaron desde Egipto eran de bronce, y proporcionaron el material para la fuente (Ex. 38:8; cf. 12:35). Los de vidrio no comenzaron a usarse hasta el período romano tardío; en consecuencia, los espejos que mencionan Pablo (1 Co. 13:12) y Santiago (1:23) fueron probablemente de metal. La imagen en un Espejo metálico es de menor calidad que la de los modernos, como se puede apreciar por la declaración de Pablo de que «un rostro se puede ver sólo borrosamente en un espejo, hecho que le resultaba muy familiar» (1 Co.13:12).

Casi todos los Diccionarios de Símbolos, coinciden en que el simbolismo del espejo es muy complejo y variado.

Se ha dicho del espejo que es «símbolo de la imaginación» o de la «conciencia», ya que tiene la capacidad de reproducir los reflejos del mundo vi­sible en su realidad formal. Muchos filósofos relacionan el espejo con el pensamiento, pues es en el vehículo mental donde se produce la auto contemplación y reflejo del Universo. Es en este sentido en el que el espejo se relaciona con el «simbolismo del agua reflejante» y el mito de Narciso.

Los espejos, además, aparecen con frecuencia en leyendas y cuentos infantiles convertidos en mágico, ya que es capaz de proyectar imágenes que ocurrieron en el pasa­do o que ocurrirán en el futuro, o simplemente ver en el presente lo que está sucedien­do a mucha dis­tancia. Pero sobre todo el espejo mágico dice la verdad, pues él tan sólo refleja lo que ve, sin las máscaras o escudos que los seres humanos nos pone­mos para protegernos; ellos tienen la cualidad de ver el alma tal como es.

Como es conocido, los romanos también emplearon espejos negros de obsidiana (vidrio o roca volcánica). Según el científico, naturalista y escritor latino, Plinio el Viejo, los espejos procedentes de Etiopía, se empleaban particularmente para adosarse a las paredes. «La imagen que reflejan estos espejos —decía  Plinio— parece una sombra, en la cual se ven los rasgos del objeto, pero no los colores: es una representación más bien oscura del objeto».

Conócete a ti mismo: Los espejos circulares

Como decía el tebano ciego Tiresias, uno de los  vi­dentes más famosos de la mitolo­gía griega «mirarse al espejo no tiene que denotar neces­ariamente vanidad. Se puede buscar el significado de lo que en él se refleja, la propia ima­gen o cualquier elemento del mundo que nos rodea, y eso forma parte de las especulacio­nes más antiguas del hombre. Considerar al espejo como portador de un conocimiento al que se desea ac­ceder, o reflexionar sobre la verdad que supuestamente muestra, es la antí­tesis de infe­rir que el espejo es generador de engaños, creador de imágenes falsas y por lo tanto el símbolo de la banalidad y de lo fatuo». [7]

Michel Foucault, historiador de las ideas, psicólogo, teórico social y filósofo francés. Escri­be sobre los espejos: «En el espejo me veo donde no estoy, es un espacio irreal que se abre virtualmente tras la superficie; estoy allá lejos, allí donde no estoy, soy una especie de som­bra que me da mi propia visibilidad, que me permite mirarme allí donde estoy ausente: uto­pía del espejo.

Pero es igualmente una heterotopía, en la medida en que el espejo realmente y en que posee, respecto del sitio que yo ocupo, una especie de efecto de remisión; desde el espejo me descubro ausente en el sitio en que estoy, ya que me veo allá lejos». [8]

En el arte, [9] el espejo fue proclamado por Leonardo da Vinci, cuando aún su fabrica­ción era escasa, como el verdadero maestro del pintor; el propio Velázquez que lo re­presento en sus obras pictóricas Las Meninas y en La Venus del espejo, guardaba por lo visto en su estudio hasta nueve tipos de cristales distintos, según el inventario de Gaspar de Fuensalida.

El espejo representado como elemento que vincula la literatura, la pintura y el arte con la realidad estará presente en muchas obras de grandes artistas como Rubens, Degas, Picasso, Francis Ba­con, artistas surrealistas como Dalí y en instalaciones mo­dernas como las de Pistoletto, artis­ta que incorpora al espejo como elemento físico.

En el surrealismo y en el arte moderno es donde encontramos nuevas aportaciones de este elemento. El movimiento surrealista incor­poraba en sus composiciones relaciones inconexas entre la realidad y el mundo onírico de los sueños; sus máximos represen­tantes fueron Magritte y Dalí que abordaron temáticas sorprendentes realizadas con una técnica realista y minuciosa.

Al premio Nobel de literatura Gabriel García Márquez, no le faltan espejos como los de El Otoño del patriarca: «Sábado de agosto que hacía crecer percebes [10] en los espejos, aunque también le faltan los espejos, pues es bien sabido que el coronel de El coronel no tiene quien le escriba se afeitaba al tacto, pues carecía de espejo desde hacía mucho tiem­po, lo cual habría seguramente desesperado a Calígula, a quién al parecer le encanta­ba observarse en el espejo, haciendo toda clase de gestos».

El escritor argentino Jorge Luis Borges tiene en su haber espejos extraños, espejos que acechan, que recuerdan, que suscitan profundas inferencias. Borges escribe:

Desde el fondo remoto del corredor, el espejo nos acechaba. Descubrimos [en la alta noche ese descubrimiento es inevitable] que los espejos tienen algo monstruo­so. En el zaguán hay un espejo, que fielmente duplica las apa­riencias. Los hom­bres suelen inferir de ese espejo que la biblioteca no es infinita [Si lo fuera real­mente ¿a que esa duplicación ilusoria?].[La Biblioteca de Babel].

Borges, García Márquez y Dante Alighieri coinciden en la idea de «espejos que se co­munican», García Márquez, en Cien años de soledad habla de «espejos paralelos» al referirse a los sueños infinitos de José Arcadio Buendía. Dante Alighieri en la Divina Comedia, plasma la idea así: «La eterna virtud crece sobre la caridad a medida que ésta se aumenta y cuánto mayor es la unión recíproca de aquellas almas, más verda­dero es su amor y más se aman, comunicándose entre sí como los espejos».

Y Borges en El libro de los seres imaginarios, [anímales de los espejos] sorprende y casi horroriza a la imaginación:

En aquel tiempo, el mundo de los espejos y el mundo de los hombres no estaban, como ahora, incomunicados. Eran, además, muy diversos; no coincidían ni los se­res ni los colores ni las formas. Ambos reinos, el especular y el humano vivían en paz; se entraba y se salía por los espejos.

Una noche, la gente del espejo invadió la tierra. Su fuerza era grande, pero al cabo de sangrientas batallas las artes mági­cas del Emperador Amarillo prevalecieron. Éste rechazó a los invasores, los encarceló en los espejos y les impuso la tarea de repetir, como en una especie de sueño, todos los actos de los hombres. Los privó de su fuerza y de su figura y los redujo a meros reflejos serviles. Un día, sin embargo, sacudirán ese letargo mági­co.

Conócete a ti mismo: Conclusión

¿Con la masonería hallaré mi camino?, –esa es la pregunta que puede hacerse el Neófito. La Masonería se diferencia de otras instituciones en que te proporciona las he­rramientas necesarias a fin de comprender sus enseñanzas, así como lo que busques por ti mismo, sin tener Dogmas estrictos o rígidos, procurando y fomentando ante todo la «libertad absoluta de Conciencia» o «Pensamiento», incitando a la  búsqueda cons­tante de la Verdad, ya que en Masonería nunca se deja de ser Aprendiz. A través del método iniciático, el Iniciado comprende por sí mismo el objetivo de su búsqueda.

Entendemos, por lo tanto, muchas de las respuestas que buscamos se hallan en uno mismo. Tal y como se indicaba en el templo del Oráculo de Delfos situado en la Antigua Grecia.

«Te advierto, quien quieras que fueres, ¡OH! Tú que deseas sondear los arcanos de la naturaleza, que si no hallas dentro de ti mismo aquello que buscas, tampoco podrás hallarlo fuera. Si tú ignoras las excelencias de tu propia casa, ¿cómo pretendes encon­trar otras excelencias? En ti se halla oculto el Tesoro de los Tesoros. ¡OH! Hombre, co­nócete a ti mismo y conocerás el universo y a los Dioses.» (Oráculo de Delfos).

Decía un Venerable Maestro que el Arte Real se encuentra estructurado por las enseñanzas pro­pias de cada uno de los grados del Simbolismo, por lo tanto no podemos pretender agotar la enseñanza iniciática con lo concerniente al Grado de Aprendiz, debemos continuar con los esfuerzos para de esta forma conseguir la plena utilidad de la Influen­cia Espiritual, principio fundamental de la Iniciación. La Influencia Espiritual es la esen­cia del Arte Real.

Esos espejos que nos acechan como Aprendiz, es el miedo o el «culillo» a los espe­jos relacionados exclusivamente con las «puertas dimensionales», esas que el séptimo arte y la cultura popular se han encargado de dar a conocer. De allí entendemos que la fobia denominada Catoptrofobia puntualiza el miedo a los espejos como objetos, mien­tras que la Eisoptrofobia se relaciona con el temor de la imagen reflejada. De la misma manera, todos los Queridos Hermanos que conforman la Cadena de Unión, pueden ser también nuestros reflejos, o esa imagen que se desprende o proyecta de los espejos.

Cuenta una pequeña leyenda que al gran filósofo y matemático griego Tales de Mileto, [11] se le acercó un día un sofista quien tratando de confundirlo le hizo nueve preguntas a manera de probar su sabiduría:

¿Qué es lo más antiguo?

Dios, porque siempre ha existido.

¿Qué es lo más bello?

—El universo, porque es obra de Dios.

¿Cuál es la mayor de todas las cosas?

—El espacio, porque contiene todo lo creado-

¿Qué es lo más constante?

— La esperanza, porque permanece en el hombre después que lo ha perdido todo.

¿Cuál es la mejor de todas las cosas?

La virtud, porque sin ello no existiría nada bueno.

¿Cuál es la más rápida de todas las cosas?

—El pensamiento, porque en menos de un minuto nos permite volar hasta los confines del universo.

¿Cuál es la más fuerte de todas las cosas?

—La necesidad, porque es con lo que el hombre enfrenta a todos los peligros en la vida.

¿Cuál es la más fácil de todas las cosas?

—Dar consejos.

Luego vino la última pregunta que dejó atónito al sofista quien no logró entender la respuesta de tales:

¿Y cuál es la más difícil de todas las cosas?

—El sabio respondió: «conocerse a sí mismo».

Efectivamente, «Conócete a ti mismo» es uno de los  puntos claves en la Orden Francmasónica, en lo que respecta a la compresión y entendimiento del profundo mensaje que guarda celosamente dentro de su simbolismo.

El «Conócete a ti mismo» en Masonería, no equivale simplemente a conocerse como actualmente sé es. Conocerse, para un masón, significa no pecar de ignorante y saber hasta dónde puede un ser humano llegar a evolucionar y a desarrollar su templo interior. Tristemente, el Ser Humano promedio no se conoce a sí mismo y lo peor es que muchos se jactan de conocerse. Sólo el Yo interior puede darle al masón un conocimiento justo del sentido de las cosas y asimila a través del método masónico basado en el simbolismo y lo que le dictamine su conciencia.

Como escribe el Venerable Hermano Javier Otaola en el introito del libro del Querido Hermano Iván Herrera Michel Las herramientas masónicas, «la masonería como tradición iniciática se arraiga en la experiencia de la acción constructiva, en el trabajo creador, en la confección y estudio de las herramientas, a través de las cuales el ser humano multiplica su capacidad de acción y dialoga con el mundo que habita» [12].

De igual forma, Otaola expone en el prefacio de este libro publicado por masónica.es que «en la elección de sus herramientas elige el ser humano sus proyectos, su originalidad personal y sobre todo le descubre el problema de su propio ser: la inquietud de sí mismo (con clara referencia a Michel Foucault) que ha sido desde siempre la tarea del pensamiento filosófico y de la espiritualidad humana, el precepto del Oráculo de Delfos gnothi seauton conócete a ti mismo».

Como decía el poeta argentino de origen italiano Antonio Porchia, «casi siempre es el miedo de ser nosotros lo que nos lleva delante del espejo».

Notas

1. Cfr. Diccionario simbólico de la masonería, Centro de Recursos Digitales de la Gran Logia de España, pág. 41.

2. SANGUINETTI, Jorge, Espiritualidad y masonería, Buenos Aires, Kier, 2007.

3. Ibíd., págs. 58-59.

4. Ibíd., pág, 59.

5. Cfr.  CIRLOT, Juan Eduardo, Diccionario de los símbolos, Madrid, Siruela, 2006.

6. Véase Diccionario Bíblico: Mundo Hispano, San Juan (Puerto Rico), Libros Bereana, 2013.

7. Cfr. HARD, Robin, El gran libro de la mitología griega, Madrid, Editorial La Esfera de los Libros, 2008.

8. FOUCAULT, Michel, Dits et écrits I, 1954-1975, Paris, Gallimard, 2001.

9. Véase SUREDA, Joan, El siglo de oro de la pintura española, Historia Universal de la pintura “Summa Pictorica”, Barcelona, Planeta, 2001.

10. Crustáceo cirrópodo, que tiene un caparazón compuesto de cinco piezas y un pedúnculo carnoso con el cual se adhiere a los peñascos de las costas. Se cría formando grupos y es comestible.

11. Véase Asimov, Isaac, La búsqueda de los elementos, Barcelona, Plaza & Janes, 2000.

12. Cfr. Herrera Michel, Iván, Las herramientas masónicas, Asturias (España), Editorial masónica.es, 2013.

BIBLIOGRAFÍA

Asimov, Isaac, La búsqueda de los elementos, Barcelona, Plaza & Janes, 2000.

Borges, Jorge Luis, Obras completas, Buenos Aires, Emecé Editores, 1974.

Cirlot, Juan Eduardo, Diccionario de los símbolos, Madrid, Siruela, 2006.

Cobos, José Luis, El método masónico, Asturias (España), Editorial masónica.es, 2013.

Diccionario Bíblico: Mundo Hispano, San Juan (Puerto Rico),  Libros Bereana, 2013.

Diccionario simbólico de la masonería, Centro de Recursos Digitales de la Gran Logia de España.

Foucault, Michel, Dits et écrits I., 1954-1975, Paris, Gallimard, 2001.

Gran Logia de la República de Venezuela, Ritual y catecismo para el grado de Aprendiz, Caracas, 2000.

Hard, Robin, El gran libro de la mitología griega, Madrid, Editorial La Esfera de los Libros, 2008.

Herrera Michel, Iván, Las herramientas masónicas, Asturias (España), Editorial masónica.es, 2013.

Otaola  Bajeneta, Javier, La metáfora masónica: razón y sentido,  Asturias (España), Editorial masónica.es, 2012.

Sanguinetti, Jorge, Espiritualidad y masonería, Buenos Aires, Kier, 2007.

Sureda, Joan, El siglo de oro de la pintura española, Historia Universal de la pintura «Summa Pictorica», Barcelona, Planeta, 2001.

Fuente: El corredor de las begonias

Publicado por:

Diario Masónico

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Comments

  1. Senon Uribe Martínez    

    Un saludo y abrazo fraterno a todos los QQ:. HH:. Que colaboran en la publicación de este Diario Masónico. Y a mi Q:. H:.

    Ángel R. Medina

    Respetable Logia Leonardo Da Vinci Nº 244

    Oriente de Maracay, Estado Aragua, Venezuela.

    Por su rico platillo ofrecido mismo que será compartido con mis demás HH:. En nuestra Mad:. Log:. Antorcha de la ciénega 40 del REAA del Or:. De Ocotlán, Jalisco, y reciban un T:. A:. F:. Y osculo de paz , de todos nosotros.

    1. Garibaldi    

      Muchas gracias QQ.·.HH.·. T.·.A.·.F.·.

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