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El Oriente en la Logia


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El Oriente en la Logia

 

 

 

Todo, en Masonería, tiene un valor simbólico efectivo. La Logia se extiende de Occidente a oriente, de Norte a Sur y de Cenit a Nadir. Reproduce el Universo, del que es imagen psíquica.

Se “acota” el espacio psíquico en un tiempo también psíquico desde el momento en que se reúnen al menos tres masones, con intención ritual, en cualquier parte (logia simple). Cinco forman una logia “justa”, y siete, una logia “perfecta”. La logia simple o “triángulo” debe formarse con tres maestros masones, la logia justa con cinco y la perfecta se integra con cinco maestros, un compañero (segundo grado) y un aprendiz (primer grado).

El Oriente es el punto por donde se inicia el ascenso del astro rey. Él transmite luz y vida a nuestro planeta. El significado místico de la luz solar ha sido recogido por todas las culturas. Está en el origen del concepto “monoteísta”, captando un aspecto fundamental de la realidad física puesto de relieve modernamente por la investigación científica. El fotón es la partícula elemental clave del universo.

Vamos hacia la luz desde Occidente, siguiendo el giro de nuestro planeta hacia el este. Por ello, al fondo de las logias, cuya bóveda representa el firmamento estrellado, se alza la cátedra del Venerable Maestro, simbolizando la espera, en su propio nombre y en el de sus Hermanos, de la Luz vitalizadora e inteligente de Osiris

Esa fuerza cósmica, que actúa en todo el universo generando y manteniendo cuanto existe, se halla especialmente concentrada, para el Hombre, en el Sol de nuestro sistema planetario.

En el Oriente, anunciando la espera, se sitúa el gran triángulo o “Delta” que simboliza la estructuración del pensamiento humano. Concepto que es el resultado último del proceso vitalizador de la luz. Jenócrates y otros clásicos comparaban la “divinidad” a un triángulo equilátero, figurando el equilibrio de todas sus potencias. En el centro de ese triángulo se inscribe, a menudo, bien la forma de un ojo representando la conciencia cósmica, bien la expresión simbólica del nombre atribuible a la Gran Energía generadora del Universo, que, por sernos aún desconocida en su esencia última, aparece transcrita como sigla impronunciable en la versión que la tradición mosaica ha conservado en el Tetragrama. La religiones positivas, tratando de fijar esquemas alegóricos de los postulados que consideran inalterables, han atribuido a la Tríada o Trinidad valores muy semejantes, en última instancia. Las trinidades hindú, persa, egipcia y cristiana pueden ser ejemplo de ello.

El Maestro Boucher propone como interpretación masónica del Delta la síntesis de los principios activo y pasivo en el tiempo. La esencia de la materia es la luz. Evolucionando activamente en el espacio pasivo a través de procesos integradores y desintegradores que constituyen lo que llamamos tiempo o “duración”. Tal duración sería indistinguible de la “acción” de la materia, que se realiza en un espacio-tiempo. Así, la luz, que es la concreción más elemental de la materia, formaría, con el espacio, los dos lados oblicuos del triángulo. Uniéndose ambos en la base del mismo, que expresa el tiempo.

Desde la educación euclidiana (tridimensional) que caracteriza aún a nuestra cultura, nos resulta muy difícil imaginar objetos en cuatro dimensiones, integrando el tiempo.

Sólo en el mundo psíquico nos movemos realmente en el espacio-tiempo. Pero eso sigue pareciendo “esotérico” a quienes todavía no han podido entrar en la galopante “exoterización” de este fenómeno que está propugnando la Física cuántica. La exposición geometrista que avanza Jules Boucher al proponer una interpretación masónica del Triángulo no puede ser desechada como “algo traído por los pelos”. Veamos lo que dice el investigador Paul Davies en este sentido:

A resultas de los efectos cuánticos puede suceder que la estructura más probable del espacio-tiempo, bajo ciertas circunstancias, sea realmente un espacio de cuatro dimensiones. James Hartle y Stephen Hawking han argumentado que esas circunstancias prevalecieron justamente en los albores del universo. Es decir, si imaginamos que el tiempo vuelve hacia el Big Bang, al alcanzarse un tiempo del orden de Planck 10-48 segundos) desde lo que creemos fue la singularidad inicial (compresión máxima de la materia), algo peculiar empieza a suceder. El tiempo se va “convirtiendo” en espacio. Más que hablar del origen del espacio-tiempo, por tanto, hemos de contentarnos con espacio tetra-dimensional. Y aparece la cuestión de la forma de dicho espacio, o sea, su geometría. De hecho, la teoría permite infinidad de formas.

 

 

 

Publicado por:

Diario Masónico

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Comments

  1. Ricardo Moisés Baeza Carreño    

    Muy agradecido por la gentileza de la información.

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