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¿Cuántas veces es capaz alguien de morir o renacer cada día? ¿Cuántas veces de vendarse los ojos? ¿Cuántas de despojarse de todo ante sus semejantes? Es complicado hacerse preguntas sobre lo obvio, lo cotidiano. Morimos cada noche para resucitar posteriormente. Pero, en honor a esta obviedad, a este milagro…