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Historia de la Masonería vasca (V): Las guerras Carlistas


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Historia de la Masonería vasca (V): Las guerras Carlistas

 

 

 

El día 2 de enero de 1815, por un edicto del Inquisidor general Francisco Xabier Mier y Campillo, en el que se reproducía a su vez el edicto emanado en Roma contra la Masonería, por Consalvi, secretario de Estado de Pío VII, se prohíbe de nuevo la Masonería en toda España.

Así pues, con Fernando VII la represión se desataba de nuevo sobre los francmasones españoles, refugiándose nuevamente muchos de nuestros hermanos al abrigo de la hospitalidad fraternal de las logias francesas.

Fernando VII y la masonería

Fernando VII

Si el problema dinástico dividía a los españoles ya antes de la muerte de Fernando VII, el conflicto que se desató tras su muerte sacudió violentamente la vida del país, resintiendo la vida normal de las logias francesas con la presencia de innumerables masones españoles. El Venerable maestro de la logia «La Zelee» don Andrés Leris escribe el 5 de junio de 1833 al Gran oriente de Francia en estos términos: «Nos asedian las peticiones de ayuda… Además han recalado refugiados españoles, casi todos masones y desheredados, cuyo deber nuestro era el de ayudarlos, aun cuando el paso en nuestra ciudad persiste desde hace mucho tiempo. Solicitamos el envío de obsequios gratuitos de los que somos acreedores»

Muy probablemente el Venerable de La Zélée exageraba en cuanto al número de refugiados españoles. Sin bien es cierto que la agitación desatada por los numerosos partidarios de Don Carlos en el País Vasco, alimentada por la intervención del clero católico, se respiraran aires de Guerra Santa y muchos librepensadores, algunos por supuesto masones, eligieran el camino del exilio, ubicándose en Bayona para poder vigilar de cerca sus negocios o comercios, a la espera de un pronto regreso.

El 26 de abril de 1834 la Regente Doña María Cristina publicaba el «Decreto de Aranjuez». En él amnistiaba a todos aquellos que habían pertenecido a sociedades secretas, pero por el contrario condenaba de un modo severo a todos aquellos que después de este fecha pertenecieran, ayudaran o simplemente conocieran y no denunciaran la existencia de alguna de ellas. Tras la publicación del decreto emergieron con más fuerza los abanderados de la intolerancia y se desató una persecución brutal contra los liberales, incrementándose las colas de refugiados ante las logias bayonesas.

Curiosamente, aunque la mayoría de los refugiados eran liberales anticarlistas, se sabe que los hermanos Detroyat miembros activos de «La Zélée» y el cónsul de Portugal, Da Cruz, miembro de la logia «La Parfaite Reunión» organizaron el 9 de junio de 1834 el paso clandestino de Don Carlos hacia España. Los masones bayoneses, actuaban en coherencia con los sagrados principios de la Orden, practicando hospitalidad y la ayuda fraternal, aun a pesar de sus ideologías discrepantes.

En este contexto de guerra fratricida en España la actitud de los masones franceses fue todo un ejemplo de hospitalidad y compromiso con sus hermanos de este lado de la frontera. El 2 de febrero de 1836 el delegado de «La Zélée» escribe al Gran Oriente de Francia expresándose en los siguientes términos:

«Ninguno de vosotros ignora la situación geográfica del Oriente de Bayona y, por consiguiente, qué importancia reviste para la Orden el contar en este extremo de Francia con un hogar que pueda alimentar las Luces que comienzan a penetrar del otro lado de los Pirineos. No existe masón francés que no sienta la necesidad de estrechar los lazos que les unen a los masones españoles y a extender en esta parte de Europa, los principios de esta moral Universal, base fundamental de nuestra institución, que constituye la gloria y la felicidad de la Humanidad»

Años más tarde, el 21 de abril de 1841, el venerable escribe otra carta dirigida al mismo Oriente que nos recuerda, por los motivos expuestos, al origen de nuestra logia, dice así:

«No ignoráis a que crueles sacrificios nos vemos sometidos por nuestra situación topográfica. Ya lleguen unos, ya marchen otros, siempre se dirigen a nosotros, centinelas avanzados de la Masonería francesa; tenemos a gala el no dejar nada a fin de asegurar más allá de los Pirineos la propagación de nuestra Orden por largo tiempo desconocida y despreciada por nuestros vecinos; nosotros consideramos como un deber sagrado para nosotros el de cumplir con mucha amplitud la carga que se nos ha impuesto… ¡Ojalá nuestros esfuerzos produzcan el resultado que apetecemos!»

Por estas fechas, El Gran Oriente Nacional de España dirigido por Pedro de Lázaro y Martín agrupa varias logias clandestinas esparcidas por toda la geografía española, una de las cuales llamada «La Vigilancia» había levantado columnas en Bilbao en el año 1839. Al año siguiente Lázaro y Martín era expulsado de Portugal exiliándose en la ciudad francesa de Burdeos, pasando a depender la logia bilbaína, junto con el resto de las logias españolas, del Gran Oriente de Francia.

En el mes de septiembre del 1841 se crea en Vitoria una segunda logia vasca dependiente de ese mismo Gran Oriente y de nombre «Les vengeurs d’Hiram». Estas dos logias vascas contaron con pocos hermanos y no teniendo sus actividades un gran eco en la vida social y política vasca, aunque contribuyeron a mantener vivo el espíritu de la fraternidad.

Luis Napoleón o Napoleón III

Luis Napoleón o Napoleón III

Años después, ante la agitación desatada en Francia por la caída de la II República, numerosos masones contrarios a las ideas totalitarias del emperador Luis Napoleón huyeron o fueron desterrados. Cerca de la mitad de las logias de Francia abatieron columnas. Algunos de estos masones recalaron en San Sebastián, Vitoria o Tolosa, destacando de entre ellos Agustín Chaho, que con el tiempo tendría una gran influencia en la aparición del nacionalismo vasco, Chaho fue junto al adinerado D’Abadie el pionero en apoyo y desarrollo de la lengua vasca, de su literatura y su folclore a través de sus certámenes florales.

Si Chaho se refugio en la ciudad de Vitoria, otros masones franceses como Teodoro Delissalde, Teodoro Plantié o Emilio Silva pidieron hospitalidad entre sus amigos de San Sebastián y Tolosa.

Por aquellas fechas sucede en San Sebastián un hecho insólito que marcará en el futuro una parte del carácter convivencial de la ciudad y que marcará en parte su idiosincrasia, proyectándose con ligeros cambios hasta nuestros días.

Desconocemos si los hermanos franceses que se acogieron a la hospitalidad guipuzcoana, lo hicieron a través de alguna logia establecida en los valles donostiarras, por aquella época, soplaban aires de intolerancia poco propicios para que los masones pudieran hacer pública su pertenencia a la Orden, quizás la única forma de sobrevivir fuera mantener en secreto sus reuniones enmascarándolas con otro tipo de sociedad que no levantara sospechas entre la población más reaccionaria.

En el año 1843 se funda en San Sebastián la primera sociedad gastronómica. No está bien documentado si el posible verdadero origen de aquella sociedad fue la idea de un grupo de amigos para disfrutar del comer y cantar, tal y como señalaban en sus estatutos de «constituir una sociedad cuyo fin sea la distracción y el recreo» o era una artimaña para ocultar una logia masónica.

Entre los datos que hacen intuir que pudiera tratarse de una logia enmascarada, cabe apuntar el mismo nombre de la sociedad «La Fraternal», apelación muy común entre las logias masónicas; otro dato a tener en cuenta es el hecho de que en su seno estuviera prohibida expresamente la entrada a las mujeres tal y como sucede en el resto de las logias masónicas, va más allá de lo que es el simple reflejo de una época en que la mujer no participaba activamente en la vida social, de hecho esta prohibición escrita no se da en otro tipo de asociaciones; la similar forma de votar la aceptación de un nuevo socio por medio de la peculiar votación con balotas blancas y negras es otro de los datos que empareja a las logias con las sociedades gastronómicas; las similitudes en las normas de sus reglamentos con los de la masonería donde se destierra las discusiones de tipo político y religioso, así como su marcado carácter democrático y fraternal y por último, podemos añadir el logotipo o insignia de esta sociedad de carácter claramente masónico, que aún, transcurrido más de un siglo, sigue manteniendo su heredera «La Unión Artesana» y que representa dos manos que se estrechan.

Estas tradiciones han ido evolucionando a través del tiempo y hoy ya nada tienen en común las sociedades gastronómicas con la masonería. Ya no hay votaciones ni balotas para aceptar a los nuevos miembros; los nuevos nombres de las sociedades no hacen referencia a los valores universales de la humanidad, las mujeres pueden ya disfrutar de su integración de pleno derecho en la mayoría de ellas, la política ha invadido sus tertulias e incluso algunas sociedades son vocacionalmente partidistas.

Fuente: J. Varela

 

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Diario Masónico

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