La costumbre de opinar es, sin duda alguna, una de las formas más fáciles de equivocarse, especialmente cuando se hace sin reflexionar debidamente, y a la vez una buena forma de aprendizaje.

Se dice que emitir una opinión es el resultado de un proceso psicológico en el que el individuo escucha (en el mejor de los casos) y a posteriori da una interpretación de lo que acaba de escuchar. Sin embargo las opiniones no siempre resultan ser las más afortunadas.

Como aprendices es fácil caer en esas situaciones en las que poco conocemos y en las que nuestras opiniones podrían no aportar mucho debido a nuestra poca experiencia masónica. Por ello, es necesario aprender a escuchar primero para poder opinar acerca de un tema en específico, sólo así nos quitaremos las dudas y fortaleceremos nuestro criterio como personas pensantes que somos.

Consecuentemente, no se trata de parlotear por todo, sino de levantar la voz cuando se trata de un tema de nuestra incumbencia o en el que creemos saber la solución.

Se hace imprescindible la necesidad de opinar, ya que guardar debido silencio no se trata de permanecer callado, sino de aprender a meditar la respuesta.

Una opinión reflexionada es sin duda uno de los primeros y principal trabajo de los aprendices masones.

(Tomado de la biblioteca de Colorado Ruiz, QDLGLC.)