Los librepensadores ante la oclocracia
Autor: Ovidio Aguilar Meza
Existen diferentes formas de acabar y “matar” a una democracia. Entre las más comunes y conocidas, se encuentran, la realización de un Golpe de Estado, la instauración de una dictadura, de un fascismo, un comunismo, un totalitarismo, entre otros.
De igual forma, la práctica de métodos antidemocráticos por parte de quienes ejercen el poder, aun habiendo sido elegidos democráticamente, son también maneras de acabar con un sistema político elegido por el pueblo y para el pueblo. Considerándose pueblo, como el universo de personas que conforman a una nación sin distinción de clase social, ideología, credo, sexo, contrario al uso populista para identificar a un segmento de la población de escasos recursos. Ya que todos, absolutamente todos los habitantes de una nación, son pueblo…son ciudadanos.
No obstante el más nefasto de estos métodos, el más peligroso y desconocido como tal, es el de implementar procesos sistemáticos para generar una “Oclocracia”.
La “Oclocracia” en la filosofía y política Aristotélica, era considerada como la degradación paulatina de la democracia, mediante un gobernante demagogo, llamado “oclócrata”; que ejercía el poder en nombre de una muchedumbre movida por sentimientos y decisiones emocionales, que a través de la historia, estos personajes han tenido la habilidad y capacidad intuitivas de captar esa circunstancia, las necesidades y ansiedades de las masas, a la que le hacen creer y sentir que a través de su persona, ejercen el poder para defender sus derechos, degradando así lentamente la democracia, mediante un proceso programado y sostenido, socavando sus valores uno a uno, mimetizado en acciones llevadas a cabo de manera casi imperceptible.
De esta manera, se van disminuyendo paulatinamente los signos vitales que mantienen viva la democracia sin que esa masa de población se dé cuenta, ya que su fe ciega en el oclócrata, le hace pensar que todo está siendo realizado por y para su bienestar, no importa lo que haga, siempre estará bien hecho; mientras que el sistema va falleciendo lentamente, como langosta en el agua hirviendo que ignora que la están matando, hasta que muere sin saberlo. Así actúa la oclocracia de manera soterrada
Pero lo más nefasto del oclócrata, es que él lo sabe, él es el autor intelectual y material, él conoce los resultados al lograr permear la mente y el espíritu democrático de quienes son su objetivo, logrando quebrantar su voluntad, su percepción de lo que es verdaderamente un sistema democrático, muriendo moralmente sin saberlo, como la langosta.
Ante escenarios de esta índole, ante violaciones de derechos inalienables del ciudadano y el evidente quebrantamiento público de los valores democráticos, ante la nulidad de estados de derecho, históricamente se ha levantado la voz de individuos formados por y para la libertad, hombres libres practicantes de virtudes morales, que se convierten en muro de contención a las acciones despóticas de gobernantes en detrimento de la sociedad. Son los librepensadores, quienes emergieron inicialmente como opositores al fanatismo religioso y al dogmatismo, que nubla al discernimiento libre.
No eran ateos, posiblemente deístas, creyentes de un Ser Supremo, pero en búsqueda de la Verdad a través de la razón, no a través de la revelación. Miles fueron los perseguidos y quemados vivos en hogueras en nombre de Dios por la Santa Inquisición, como el ícono librepensador, Giordano Bruno.
Esta condición del librepensamiento fue migrando en la línea del tiempo hacia la filosofía en hombres como Voltaire, Diderot, Rousseau, D`Alembert, Montesquieu, John Locke y cientos más con postulados dirigidos al ámbito de la ciencia social, del cual nacen los movimientos sociales, políticos y filosóficos más importantes del mundo occidental: el Renacimiento, el Humanismo, la Ilustración, la Revolución Francesa, y por qué no decirlo, la Independencia de América, así como la Declaración Universal de los Derechos Humanos, instrumento por excelencia de la humanidad.
Todos ellos estuvieron fundamentados ideológicamente en la libertad del pensamiento trasladado a las libertades ciudadanas, hasta llegar al pensamiento político de nuestros días
En otras palabras, ser librepensador político no se trata de elegir libremente a algún sistema político, pues sería libre albedrío. Se trata de un estado de conciencia caracterizado por mantener una posición y actitud política que defienda las libertades del ser humano en todas sus acepciones y ante todas las instancias. Oponerse a todo sistema o régimen que tienda a conculcarlas de cualquier forma o método.
Los librepensadores son definitivamente opuestos a los oclócratas y la oclocracia, los combate por la convicción que posee de un sistema político que garantice las libertades civiles, la igualdad de todos los ciudadanos ante las instituciones del Estado, y la fraternidad entre todos quienes conforman a la sociedad, independientemente de sus opiniones, ideología, clase social o credo, bajo el manto de la tolerancia mutua. Jamás podrán convalidar la destrucción de un sistema que vele por el bienestar y progreso moral y material de la nación entera. Su posición debe ser firme y decidida. Son de hecho, agentes de cambios sociales.
Una sociedad, una nación, dirigida por librepensadores es progresista, evolucionada, demócrata por excelencia. Es una nación libre
El individuo formado en doctrinas del librepensamiento, lo profesa por convicción en todos los ámbitos del quehacer humano, en lo político, lo religioso, lo social…en lo personal, repudiando toda acción tiránica y sus autores, sin condicionamientos. No puede ser librepensador de manera selectiva, de acuerdo a las circunstancias. . Debe poseer coherencia entre lo que promulga y lo que practica, entre el pensamiento y la acción. Su condición le prohíbe una actitud pasiva, es negar su propia esencia, su propio yo, es negarse a sí mismo, el santuario sagrado de su conciencia se lo prohíbe…en fin, de no hacerlo, tiene hurtado el título que le caracteriza.
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